Cada día se acerca más la fecha en que los mexicanos tengamos que definir, de una vez por todas, nuestro destino común. No será fácil porque los ánimos de muchos ciudadanos están muy polarizados por la disyuntiva del castigo a quienes nos han
gobernado, o la oportunidad a quien, desde hace algunos años, se asume como el “Salvador de la Patria”. Hasta ahora el único mal que ha visualizado Andrés Manuel López Obrador es esa maldita corrupción que nos corroe. La interrogante es: ¿Tendrá verdaderamente un proyecto para la gobernanza y gobernabilidad del país?
Gobernanza es la capacidad de un gobierno de transitar con todos sus componentes el mismo camino, con la misma intensidad y el mismo destino.
La gobernabilidad es la capacidad de un gobierno para responder a los requerimientos de su sociedad. Si bien es cierto que la corrupción representa uno de los más grandes males que hemos padecido los mexicanos, también se debe a que no hemos disminuido sus efectos por la inoperancia de las inútiles leyes diseñadas por nuestros congresistas, porque es la industria que mejores dividendos deja.
Quizá los mexicanos estamos pecando de ingenuos, o Andrés Manuel López Obrador se aprovecha de ese encono acumulado durante tantos años de fracasos en generar una esperanza que, hasta ahora, no tiene nombre: programa o estrategia; y se ha limitado simplemente al discurso fácil y desgastante de los fracasos. El problema es que cuando los pueblos se equivocan, las consecuencias resultan catastróficas.
Si de algo podemos tener la seguridad, quienes acudiremos a las urnas el próximo primero de julio, es que el proyecto de nación no está del lado de quien, hasta ahora, encabeza las preferencias, porque lo único que evidencia, es que su proyecto es de poder y no de gobierno, lo cual indica que la idea central del acto de gobierno, se asume como el ejercicio del poder unipersonal, y no como la responsabilidad compartida en la toma de decisiones, como se realiza en cualquier régimen que se precie de ser democrático.
Si tuviéramos que definir el poder, el término es sinónimo de la utilización de la fuerza, capacidad para alcanzar algo, energía o dominio hegemónico sobre uno o varios individuos. De forma rotunda, el poder no expresa más que la reafirmación de la autoridad suprema reconocida en una sociedad. Se puede afirmar que, en política y sociología, el poder es percibido como hegemónico y autoritario; aunque de una forma u otra es aceptado en todas las sociedades. Con esas consideraciones, podemos inquirir: ¿Por qué Andrés Manuel López Obrador tendría que ser distinto a los demás?
Se formó y logró avanzar en un sistema donde las decisiones se centralizan en la voluntad de los gobernantes, y siempre ha hecho lo que ha querido en todas sus decisiones como gobernante o líder de un movimiento.
Con todos estos elementos puedo hacer una afirmación: el proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador es un proyecto de poder y no un proyecto de país. Todo lo que ha prometido camina en ese sentido, sobre todo la construcción de su ejército personal con una fuerza de tres millones de jóvenes que estarán dispuestos a cumplir cualquier orden proveniente del “bien amado camarada líder”. Al tiempo.