Sin lugar a dudas Miguel Ángel Mancera fue un jefe de Gobierno muy singular. Y no por sus aptitudes de estadista, o al menos de buen gobernante, sino por sus actitudes personales que produjeron un amplio consenso, al inicio de su
mandato, como un funcionario probo, ejemplar y eficiente, y que al final se descompuso porque se empecinó en convertirse en candidato presidencial. No logró la candidatura porque en el trayecto el partido que lo llevó al poder decidió aliarse con la extrema derecha representada por Ricardo Anaya, y al final el proyecto no cuajó, y todos salieron perdiendo.
Lo primero que hay que señalar es que como gobernante tenía condiciones muy endebles, ya que nunca entendió que la toma de decisiones en una ciudad con más de 12 millones de habitantes, y una zona conurbada integrada por más de 23 millones de personas, requiere decisiones acertadas y consensuadas entre los distintos órdenes de gobierno. Velar por la seguridad y la movilidad de más de 20 millones de personas no es cualquier cosa, y pretender hacerlo sin coordinación y corresponsabilidad con los gobiernos vecinos, un error garrafal.
Desconozco si haya sido desidia, falta de conocimiento o ganas, pero al final del día el precio de los errores puede ser brutalmente caro. Desde el inicio desdeñó al partido que lo llevó a la Jefatura de Gobierno, y también pensó que afectos y desafectos se tendrían que sumar a su voluntad simplemente porque era quien mandaba en la gran ciudad. Jamás entendió que la forma de operar del perredismo ha sido efectiva por el respeto a los feudos que se construyeron al paso del tiempo.
Quien inventó a Miguel Ángel Mancera fue Marcelo Ebrard Casaubón. Le dio reconocimiento y después lo impulsó a la Jefatura de Gobierno en la Ciudad de México. Pero en el camino extraviaron esa amistad que construyeron durante muchos años, y cada quien se fue por su lado. Marcelo siguió siendo leal a quien lo hizo Jefe de Gobierno, Mancera decidió cambiar de aires porque su estatura política era otra después de alcanzar la Jefatura de Gobierno y convertirse en el hombre consentido del perredismo, por lo que también fue tolerante con los procesos de corrupción.
Había que capitalizar los movimientos del futuro, y construir una buena riqueza. Los negocios fueron muchos y variados.
Miguel Ángel Mancera negó siempre la existencia y presencia de carteles en la Ciudad de México y las diversas manifestaciones del crimen organizado.
Quizá no quiso alarmar a la población que lo consentía, pero un día lo alcanzó la realidad y tuvo que aceptar que las cosas no estaban bien en materia de seguridad y de impartición de justicia. El nuevo modelo procedimental de aplicación de la justicia propició la libertad de miles de reos peligrosos, y las consecuencias están a la vista de todos.
Miguel Ángel Mancera fue un gobernante irresponsable que prefirió mentir de que en la capital del país no había crimen organizado, y las consecuencias han sido desastrosas, porque nunca se aplicó presupuesto federal para combatirla, y él no alcanzó la candidatura presidencial de la Alianza Por México al Frente. Ya nos dejaron dos cuerpos desmembrados en una de las principales avenidas de la gran ciudad, y lo que pudiera seguir es el terror que imponen siempre las bandas del crimen organizado. Claro está que el irresponsable de Miguel Ángel Mancera será senador y hará grilla desde una curul, mientras los citadinos tendrán que acostumbrarse al miedo. Al tiempo.