Sin lugar a dudas, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), fundado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para contender por la Presidencia de la República,
dejó de ser importante, como el momento en que representó un vehículo viable y confiable para alcanzar el poder, y desde las estructuras gubernamentales impulsar un modelo de organización social distinto, y que alcanzara esa aspiración revolucionaria que se quedó trunca desde 1917.
Una vez terminada la etapa cuando los mexicanos zanjaron sus diferencias ideológicas a balazos, y cambiaron el modelo de tenencia de la tierra, que fue el principal motor para los pobres, los políticos aprendieron solamente a ver por ellos y no por aquellos que pagaron con sangre esa presunta reivindicación social, la cual fue plasmada en un documento que regiría la vida política, social y económica de la nación. Fueron diez años de violencia, pero logramos edificar un sistema político y económico menos injusto.
El problema es que todo lo que mal comienza mal termina, y el anquilosamiento del partido de Estado fue la causa principal de una Reforma Política que mantuvo al sistema con el surgimiento de otras fuerzas, que a su vez se consolidaron como gobierno en diversas partes del país, hasta llegar al caos democrático que distingue a la etapa concluida con el advenimiento del Movimiento de Regeneración Nacional, como la fuerza emergente que formará un gobierno distinto y que seguramente marcará un antes y un después.
Pero ha tenido que ser un liderazgo “callejero”, de esos que poco nacen porque las oportunidades escasean, quien ha puesto el dedo en la llaga al afirmar que el Partido de la Revolución Democrática ya no es útil a la sociedad, por lo que lanzó su candidatura para presidirlo y transformarlo en una fuerza que sirva a la política y a los mexicanos. Juan Zepeda es un hombre que se forjó desde abajo, y orgullosamente se dice “chavo banda” y lo presume cada vez que tiene oportunidad de participar en esas “tocadas” donde los distingos sociales no existen.
Pero también aborda un problema que se presentará en los siguientes meses, y no es otra cosa que la pretensión de Andrés Manuel López Obrador por nombrar delegados especiales de su gobierno en cada estado del país, y que tendrán la función de trasladar los apoyos gubernamentales a las familias de toda la geografía mexicana.
De ahí que Juan Zepeda tenga la visión de que esos presuntos “superdelegados” crearán tensión con los gobiernos estatales y vulnerarán el federalismo.
Juan Zepeda se apunta para dirigir al PRD, y su principal meta será volverlo útil para la sociedad, y para ello, según su visión, se tiene que refundar y hacerlo útil para la sociedad, porque como está hoy, no sirve de mucho. Y tiene mucha razón Juan Zepeda, algo que ni siquiera los tricolores consideran porque siguen pensando: así como están, podrán volver. No ven que la gente se alejó por sus malos gobiernos y la podredumbre de la corrupción. Juan Zepeda dio el primer paso mientras los tricolores piensan que esperando, la gente los volverá a llamar. Al tiempo.