Muchas cosas pueden decirse de un gobierno cuyos integrantes ya se van, y muchas se dirán después aunque no sean reales porque en este país la política es
así, cruda y desnaturalizada. Pero hay que señalar que una de las peores prácticas que tenemos los mexicanos es que también se hace política denostando a los demás con tal de culpar al pasado por los errores que se cometerán en el futuro, sobre todo cuando los que se van pertenecen a un partido distinto, porque hay que derribar sus mitos para construir los posibles triunfos del futuro.
En México por desgracia la política es así, y más cuando se da la alternancia. La llegada de Vicente Fox al poder se cimentó en una cruenta guerra de acusaciones y suposiciones que dieron al traste con la candidatura de Francisco Labastida, quien aguantó a pie firme el desgaste de su partido. Después Roberto Madrazo conocería la forma en que un candidato presidencial tiene que soportar el peso del pasado antes que las posibles bondades del futuro. Pero la política es así.
José Antonio Meade Kuribreña fue el mejor hombre que tenían los tricolores y lo postularon como candidato presidencial. Por desgracia los ánimos de la gente ya no estaban para premiar los yerros y los excesos de quienes integraron el gabinete de Enrique Peña Nieto. La derrota fue producto del hartazgo por los hombres más cercanos al Presidente, y el activismo permanente de Andrés Manuel López Obrador que siempre ofreció una opción distinta y una nueva esperanza.
Muchas cosas pueden decirse de las causas que derribaron al tricolor de la voluntad de los mexicanos, al igual que muchas cosas se dirán de los yerros de quienes acompañarán al Presidente Electo en los siguientes años al frente del Gobierno Federal. Pero también hay que señalar que varios de ellos ya dieron señales de agotamiento o de no saber qué hacer ante el enorme reto que significa responder a las necesidades y aspiraciones colectivas del país.
El propio Andrés Manuel López Obrador señala que recibe un país quebrado, y eso habla de la posible búsqueda de pretextos al conocer verdaderamente las entrañas del monstruo que le toca encabezar a partir del primero de diciembre, porque ya tiene todos los registros que se le están entregando para que conozca el estado real, y no supuesto, de la economía, el gobierno, las necesidades satisfechas y las inconclusas, y la posibilidad de resolución de los grandes problemas nacionales.
No es lo mismo hablar y hacer campaña que recomponer el rumbo de un país como México. Andrés Manuel López Obrador ya reconoció que no podrá cumplir sus promesas de campaña, y eso habla de que no sabía a profundidad lo que se tiene que hacer. No es lo mismo incendiar las plazas públicas sembrando odio, que hacer lo que tanto se criticaba en los demás. La misma Olga Sánchez Cordero perdió la calma ante periodistas que buscaban información acerca del número de desaparecidos y señaló quipe no se puede hacer más de lo humanamente posible. Definitivamente no es lo mismo hablar, que cumplir.
Al tiempo.
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