Borrón y cuenta nueva

Sin punto y coma
Hace algún tiempo escuche a José Agustín Ortiz Pinchetti señalar enfáticamente que con Andrés Manuel López
Obrador en la Presidencia de la República no habría presos sexenales ni persecución generalizada. “El gran contrapeso será la propia conciencia de López Obrador”, y quizá esto explique el porqué hasta ahora, y después de la infinidad de citas discursivas que se han vertido en torno al problema del huachicoleo, no existe un avance real en las indagatorias acerca del saqueo de combustible en la paraestatal más grande del país.
 
 
Por eso he seguido con particular interés la forma en que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ha mantenido el tema del robo de combustible que casi ha pasado a ser una obra épica por recuperar la soberanía de esa parte del patrimonio de los mexicanos, con una lucha que hasta ahora se mantienen con entes invisibles porque no existe una sola orden de aprehensión en contra de alguna banda o grupo de saqueadores de la principal empresa del país, y una de las más grandes del mundo.
En varias de mis colaboraciones señalé la existencia de una línea conductora del combustible cuya contabilidad se pierde en Golfo de México, de donde salen barcos cargados que van a parar al Mercado Negro de Rotterdam, y cuyas utilidades se destinan a los gastos sin comprobación del Presidente de la República.
Para decirlo más claro, desde la cúspide del poder en este país se instrumentan gastos discrecionales para determinados grupos sociales, políticos, empresariales, de presión, o de finalidades distintas al ejercicio gubernamental.
Esa es lo que se conoce como la “caja chica presidencial”, y seguramente es lo que ha estado buscando Andrés Manuel López Obrador, ya que al ser un opositor al sistema existe la posibilidad de que se ocultaran las posibles evidencias de lo que se ha mantenido en secreto durante décadas. Para decirlo más claro, las cajas Chicas  han existido siempre en cualquier gobierno del orbe, y son gastos discrecionales que se utilizan para solventar necesidades de momento, o incluso para premiar lealtades.
No podemos pecar de incautos, todos los mandatarios de cualquier país del mundo, cuentan con un mecanismo parecido a esa caja chica de la que hablo, e incluso en ocasiones superan en cantidades el propio ejercicio presupuestal de cualquier dependencia. En México el propio sistema político ha propiciado que incluso los Gobernadores y los Presidentes Municipales tengan acceso a este tipo de gastos que no se registran en los resultados contables anuales.
 
De ahí que hayamos tenido gobernadores a los que hemos encarcelado por su voracidad, y otros que se tuvieron que ausentar del país porque robaron miles de millones de pesos en obras inconclusas, y que ahora son empoderados funcionarios de la mal llamada “Cuarta Transformación”.
Tan malo el pinto como el colorado diría mi abuelo, pero de “milagritos” de este tipo está llena la historia de los países del tercer mundo. Usted qué me lee, ¿conoce a algún político de medio pelo para arriba pobre? Porque hay alguien que ha recorrido el país innumerables veces juntando a muchos mexicanos en los mitines de las plazas públicas, y nadie le ha contabilizado absolutamente ningún gasto.
“No somos iguales” ha dicho en muchas ocasiones, pero como se parecen.
Al tiempo.
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