Sin lugar a dudas la crisis de credibilidad por la que atraviesa el Partido Revolucionario Institucional
encuentra sus orígenes en el caudal de yerros históricos que se cometieron en nombre de la representación popular a la que nunca accedieron los militantes. Para decirlo de otra forma, las cúpulas olvidaron a las bases y en su nombre cometieron errores que provocaron la miseria de amplios sectores de la población mientras los beneficiarios del poder amasaban fortunas incalculables.
La clase política, esa que se arrogaba las decisiones de quienes participarían como candidatos en cada elección y quienes integrarían las listas de la representación plurinominal sigue estando al frente del partido, pero su base militante fue socavada gravemente por el Movimiento de Regeneración Nacional porque al menos ofrecía mayor participación social sembrando la esperanza de mejores condiciones en la escala social y en el bienestar familiar.
El resultado de la obcecación de la mal llamada clase política, aparte de la estrepitosa derrota, es la crisis de credibilidad que aún no logran dimensionar y que al parecer tendrá que enfrentar la militancia que ahora reclama y busca asumirse como la nueva clase política, mientras sigue exigiendo claridad en los procesos de selección de dirigencias y el proyecto de partido. El problema es que hasta ahora no tienen la menor idea de cómo reconstruir lo que las cúpulas destruyeron, y como mantener las fortalezas de una base militante que por el momento observa impasible lo que se hace desde el nuevo gobierno.
La brecha que se abre ente la clase política tradicional y quienes buscan emerger con mayor fortaleza muestra, paradójicamente, la necesidad de restaurar los orígenes del proyecto ante la indignación de amplios sectores poblacionales por los desastres causados por la corrupción y las malas decisiones. Pero también hay que agregar a ello la forma en que el nuevo gobierno sigue manteniendo la tónica de suplantar las bases tricolores con las predicas populistas que dieron nacimiento al proyecto de gobierno que logró consolidar la tranquilidad social, y que nos permitió edificar al México de nuestros días.
La presunta búsqueda de una regeneración democrática pasa por reconocer la impunidad con la que se condujeron aquellos cuya riqueza al amparo del poder se convirtió en esa oprobiosa y cínica práctica, y que ahora propicia altas cargas de encono en la mayor parte de los sectores de esa sociedad que aceptó la esperanza ofrecida por alguien, que aún siendo del mismo origen, supo entender que la siembra de esa esperanza tendría que ser de una forma distinta y distante de las mismas prácticas.
De mantener el mismo sentido cupular que le otorgó éxitos en el pasado, el tricolor seguirá siendo una mala noticia para esa militancia que ahora observa impasible la unción de los delincuentes del ayer en los gobernantes del ahora.
Mientras Claudia Ruiz Massieu siga manteniendo ese mismo discurso patriotero del pasado, los mexicanos seguiremos manteniendo la vista en las nuevas formas de consolidar una sociedad menos disímbola y más responsable y participativa. Así de simple.
Al tiempo.
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