Mucho criticamos a Felipe Calderón Hinojosa cuando decidió sacar al Ejercito
Mexicano a las calles para mostrarle y demostrarle a Andrés Manuel López Obrador quien tenía el mando de la fuerza Institucional del Estado. Esto ocurrió al inicio de su gobierno, cuando el ahora Presidente de la República y sus seguidores iniciaron una embestida para fastidiarle en la celebración de actos públicos. Después de varios días de acoso, el Presidente Calderón decidió poner en práctica la militarización del país, y desde luego que el ahora Presidente de la República fue uno de sus más severos críticos.
Hoy nuevamente los mexicanos tenemos que debatir el mismo tema, y la diferencia es que la propuesta la realiza quien ahora detenta la Primera Magistratura, ese mismo que en el pasado se opuso rotundamente a su creación y que ahora ha hecho caso omiso a las voces que piden evitar la militarización del país. Este cambio radical del Presidente de la República ha causado extrañeza en muchos sectores y organizaciones sociales que en el pasado estuvieron de acuerdo con su oposición.
En lo personal desconozco cuales hayan sido las causas de ese cambio tan drástico en la percepción del Presidente de la República, quien pese a los llamados a la cordura está empecinado com la creación de ese cuerpo a partir de la participación de las fuerzas armadas, lo que augura una fuerte militarización en la mayor parte de los estados y regiones del país. Acostumbrado a no dar explicaciones, y aprovechando la ahora apabullante mayoría parlamentaria del Movimiento de Regeneración Nacional, las cosas se harán a su manera, y no habrá quien pueda evitarlo.
La sociedad civil ha manifestado en diversos foros su oposición, pero sus organizaciones no han encontrado el apoyo necesario entre la población para lograr un frente que pueda convencer al Primer Mandatario del país para que cambie de parecer, y empecinado con la idea ha instruido a sus coordinadores parlamentarios para que vayan adelante con el proyecto, lo que es una medida que hasta ahora parece irreversible y que pudiéramos lamentar en el corto plazo.
Por desgracia esto podría terminar en una espantosa pesadilla por los excesos que pudieran cometer quienes están entrenados para el exterminio del adversario, y no para la detención y tratamiento de delincuentes de alto riesgo, por lo que podemos inferir también que resulta incierto hacer un pronóstico de la forma en que se privilegiarán los derechos humanos durante su actuación. La Guardia Nacional, tan temida por sus excesos en otros países del sur del Continente, sin lugar a dudas será una realidad cotidiana para nosotros.
El único reducto que nos quedará a quienes integramos esa sociedad demandante de todos los rincones de este México tan nuestro y a la vez tan injusto, es la denuncia pública ante la posibilidad de que este proceso de militarización degenere en la violación constante de los Derechos Humanos en todas las latitudes del suelo patrio.
Pero también habrá que decir que tanto la Comisión Nacional de los Derechos Humanos como las organizaciones de la sociedad civil tendrán un papel preponderante para evitar los posibles excesos.