Muchas veces se ha dicho que Andrés Manuel López Obrador es un hombre
acostumbrado a imponer su voluntad en los asuntos en los que no acepta siquiera una recomendación, y para decirlo con mayor claridad, no permite que nadie cuestione sus decisiones, y esa circunstancia ha sido la principal muestra de ese talante autoritario que lo ha distinguido al paso de los años. Muchos pensábamos que la etapa del mesianismo había quedado en el olvido, esa en la que pontificaba y perdonaba a quienes habían cometido actos contrarios a la ley.
Los mexicanos observamos con estupefacción y azoro la forma en que se fue edificando el Movimiento de Regeneración Nacional con los desechos de los partidos que fueron desapareciendo y cuyos militantes no tenían más que un único camino, sumarse al prócer de los desposeídos o sumarse a los ejércitos de desempleados que pululan por todo el territorio a causa de la desaceleración económica que nos agobia desde hace algunos años y que pareciera agudizarse en lo que va del presente sexenio.
Pero no todo es miel sobre hojuelas en la mal llamada Cuarta Transformación porque ni siquiera se han presentado los indicios de que algo pudiera cambiarle para bien el rostro al país, hasta ahora son los mismos funcionarios que cuentan con un largo historial de corrupción cuando estuvieron en otras fuerzas políticas o en diversos gobiernos cuyo cariz era el autoritarismo y la corrupción. Por mucho que el prócer de los desposeídos señale que no es corrupto, los hechos muestran y demuestran que en su bando la mayor parte de ellos lo son.
Por lo pronto en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el presunto Director General Adjunto de Supervisión y Operacion de Puertos y Aeropuertos, Juan Manuel Hernández Palafox ha resultado no tan solo un miembro más de la fauna nociva del país, sino un destacado miembro del crimen organizado ya que se le han comprobado ligas con organizaciones criminales dedicadas al trasiego de drogas a través del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y los reportes en ese sentido nunca han sido tomados en cuenta.
Corrupción es la acción y efecto de corromper, pero en un sentido más cercano a las tareas propias del Estado Mexicano, la corrupción es el abuso del poder, de funciones o de medios para sacar un provecho económico o de otra índole, y se entiende como corrupción política al mal uso del poder público para obtener una ventaja ilegítima. Y aunque a muchos no les guste la aseveración que hago, el Presidente Andrés Manuel López Obrador sigue cometiendo actos de corrupción al contar con diversos elementos cuyo pasado se define en el hurto del dinero público.
En la la construcción de la Línea 12 del Metro de se robaron más de treinta y cuatro mil millones de pesos, y los responsables son ahora miembros principales de la mal llamada Cuarta Transformación. Mantener a las mismas propuestas para integrar la Comisión Reguladora de Energía es un despropósito corrupto, ya que al ser rechazados nuevamente, la facultad de integrarla como le de su regalada gana será del Presidente de la República, y aunque no le guste, ese engaño planeado y controlado, también es un acto de corrupción, y lo peor, encabezado por quien siempre se dijo incorruptible.
Así de simple se quitan las máscaras.
Al tiempo.
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