La Víctima

Sin punto y coma 
"No merezco esto que me están haciendo”, como si fueran hombres y mujeres
fuera de la ley
 
En esta vida todos tenemos el derecho de enojarnos, es más, de hacer berrinches a cada rato, o de tener momentos de mal humor, y hasta de reclamar a diestra y siniestra, pero a lo que no tenemos derecho es a molestarnos cuando alguien se acerca a intentar solicitar un momento de atención, y sobre todo cuando se es Presidente de la República y se asume el papel de “salvador de la patria”. También es entendible que ante el acoso de tantos problemas haya momentos de exaltación y hasta de hastío.
 
 
Errar es de humanos dicen por ahí, y eso quiere decir que no somos infalibles y mucho menos perfectos, pero cuando alguien decide abrazar una carrera pública, su principal obligación es estar pendiente de aquellos que serán responsables de su encumbramiento, porque los hombres y mujeres que alcanzan sus metas al acceder a cargos políticos se deben principalmente a esa gente que los encumbró con su voto, porque en ella sembraron la semilla de la esperanza.
Cuando se filtró el video de la llegada del Presidente de la República al poblado de Axtla, en San Luis Potosí, lugar en que pernoctaría, y donde era esperado por un grupo de ciudadanos que de inmediato lo abordaron, pudimos observar la forma en que Andrés Manuel López Obrador paso de inmediato de la calma a un estado de exaltación y enojo porque consideró que estaban invadiendo su privacidad. En los momentos siguientes comenzó el regaño, y después al berrinche.
Quizá el tabasqueño no ha entendido que ahora es un hombre público, y que está al servicio de todos los mexicanos porque para eso compitió y gano, y que si bien tiene el derecho a descansar, también tiene obligación de escuchar a quienes acuden en su ayuda porque es el responsable de la conducción del país, y del destino de más de 125 millones de hombres y mujeres diseminados en un territorio que cuenta con cerca de 2 millones de kilómetros cuadrados.
Los hombres y mujeres que lo esperaban pretendían buscar su ayuda ante la inutilidad de acudir a buscarla con el Presidente Municipal de Ciudad Valles, y quizá hasta del propio gobernador. Después del enojo y de haberlos regañado y negarse siquiera a escucharlos unos minutos, los corrió del lugar. La cólera presidencial se hizo presente entre gente humilde, y los regaño, y los mando con cajas destempladas, cuando lo que ellos pedían era un poco de esperanza, esa que siempre presume en sus campañas.
 
“No merezco esto que me están haciendo”, como si fueran hombres y mujeres fuera de la ley. En lo personal pienso que un Presidente de la República tiene la obligación de respetar a la gente a la que gobierna, y aunque estuviera muy cansado, para eso tiene ayudantes, para que hagan el trabajo de escucharlos y de resolverles el problema. Pero optó por el regaño, por sentirse ofendido, y por mandarlos a freír espárragos. Fue una mala noche para el, y una brutalmente pésima noche para quienes tenían la esperanza de que les resolviera el problema. Mostró su talante autoritario, y demostró que su cantaleta es pura pose.
Así de sencillo. 
 
Al tiempo.
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