Las Ambiciones de Jaime Bonilla

Sin punto y coma 
Sin lugar a dudas el espacio en el que se desarrollan las mayores ambiciones
es en el político, porque el ejercicio del poder es el vicio con mayores atributos de seducción para cualquier hombre o mujer. El poder, que debiera ser un atributo noble y apegado al derecho, es lo que despierta las mayores y deleznables reacciones entre aquellos a quienes la inmadurez o la carencia de principios les provoca una brutal desestabilización emocional que les hace perder el sentido de la realidad, y optan por sentirse predestinados para alcanzar la notoriedad.
La circunstancia del poder también tienen componentes que en la mayor parte de su ejercicio pueden convertirlo en una pesadilla, o bien trasladarlo hacia los estadios más altos del servicio público o en beneficio de las comunidades empobrecidas que existen en todos los rincones de este país. Para decirlo de otra forma, cuando la circunstancia del poder es aprovechada por la mendicidad de los seres humanos para el beneficio particular o de grupos políticos, es cuando pierde su utilidad a la causa de las comunidades.
La seducción del poder ópera de la misma forma y en la misma intensidad en aquellos que ricos o pobres no cuentan con la madurez y la capacidad de emplearlo para el beneficio colectivo antes que el particular, y en la mayor parte de las ocasiones ese poder se revierte y pervierte las causas en las que se le utiliza para el beneficio particular o de grupo. Pero también hay que señalar que esa circunstancia puede ser el mayor aliciente de los estadistas cuando se utiliza en beneficio de la colectividad.
Jaime Bonilla fue electo Gobernador de Baja California para un periodo de dos años, y fue tanta su ambición, que intentó alargar su periodo contraviniendo las leyes y la propia Constitución de Baja California, con la complacencia plena del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien abdicó de su responsabilidad de Jefe de Estado y de su juramento de guardar y hacer guardar la Constitución, con tal de satisfacer los compromisos que seguramente adquirió con el señor Jaime Bonilla en Baja California.
 
Mucho se menciona que fue uno de sus principales aportantes en los gastos de la campaña que lo llevó a la Presidencia de la República, por lo que prefirió abstenerse de participar en el debate acerca del alargamiento del plazo de tiempo para el cual fue elegido por los baja californianos. Ante la andanada de críticas que ha recibido el propio Presidente de la República, quien juró guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y quien estaba obligado a defender el plazo original que es de dos años, tuvo que recular y pedirle a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se expresara.
 
Desde luego que Jaime Bonilla aceptó que debe ser la Suprema Corte de Justicia de la Nación quien determine que su mandato es de dos años y no cinco como lo ha pretendido hacer comprando la conciencia de los congresistas baja californianos. Lo previsible es que la Corte ratifique el periodo de dos años para su mandato, y eso le hará perder el dinero que repartió para la compra de conciencias. El Estado de Derecho debe prevalecer y poner en su lugar las burdas ambiciones de poder de Jaime Bonilla. 
Al tiempo. 
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