Sin lugar a dudas el sexenio de Andrés Manuel López Obrador ha sido diametralmente
distinto a los que tuvimos con panistas y tricolores. Hay interrogantes que muchos conocedores del fenómeno gubernativo han puesto sobre la mesa a propósito del estilo de gobernar del tabasqueño, y hasta ahora no han logrado desentrañar el misterio de cuál es la estrategia de gobierno, y si existe al menos una matriz de lo que tiene que ser un proyecto, plan, acuerdo, impulso, o un documento cualquiera que intente ordenar lo que debe ser un modelo de desarrollo de la mal llamada Cuarta Transformación.
Hasta ahora todo se ha realizado a golpe de las ocurrencias mañaneras, y no se visualiza un orden o una Estrategia de Gobierno que determine el rumbo y la dirección hacia dónde quiere transitar, cuáles son las metas a alcanzar, y la forma en que se lograrán. Hay que aceptar que todos los días hay propuestas, pero nadie sabe si existe un plan o Modelo de desarrollo impulsado por las brillantes ideas presidenciales surgidas en el adoctrinamiento mañanero, o quizá un documento en el que se reseñen cada una de ellas.
Los mexicanos estuvimos acostumbrados durante mucho tiempo a un protocolo presidencial propio del sistema político que hemos desarrollado, y en el que la figura del Presidente de la Republica obtenía el respeto de conformidad a los resultados obtenidos en materia de desarrollo. Habrá que señalar que los mandatarios del los regímenes tricolores y blanquiazules fueron hombres de respeto, con adoctrinamiento y formación académica, y que siempre mantuvieron el espacio para las alianzas que se realizan con los sectores productivos como motores principales del desarrollo económico y social.
Hoy por desgracia ese tipo de alianzas ya no existen. Es patético que en estos tiempos no se llame a los empresarios a promover el crecimiento del Producto Interno Bruto mediante la inyección de capitales para incrementar y agilizar la planta productiva, y a participar en proyectos de desarrollo sostenible, para generar empleos mediante la co inversión en los proyectos gubernamentales, y en la construcción de infraestructura para agilizar el desarrollo de todas las regiones productivas del país.
Por desgracia el único llamado público que han tenido los empresarios fue para que el Presidente de la Republica realizará un deleznable acto de extorsión de ínfima categoría al pretender que cada uno de ellos le comprara un número determinado de boletos de la presunta rifa del avión presidencial por la cantidad de veinte millones de pesos, lo que a decir de muchos de los asistentes se trató de un vil asalto desde las más altas esferas del poder, algo inusitado porque hasta ahora, pese a lo que se ha dicho para denigrarlos, ningún Mandatario tricolor o blanquiazul tuvieron actos de tanta ruindad.
Sin lugar a dudas México ha cambiado, y lo peor de todo es que el crimen organizado ya es oficial. Hasta ahora no sabemos cuánto dinero se ha recuperado, cuánto no se ha gastado, cuánto se ha ejercido, en que se ha gastado, y cuáles son los resultados de lo que se hace con ese dinero, que por cierto hay que decirlo con todas sus letras, es de los mexicanos que tributamos. La rendición de cuentas no es el fuerte de Andrés Manuel López Obrador, lo suyo es la siembra del rencor y el encono, y ahora hay que sumarle el asalto vil desde el poder, y la colusión con él narcotráfico, porque ahora le ha dado por pontificar en favor de ellos, porque también son humanos, calidad de la que muchos dudamos por las atrocidades que cometen. Así de simple. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.