LA CARTA

Tan sencillo que hubiera sido invitarlo a desayunar o a comer, y de esa manera platicar ampliamente acerca

 del asunto que pretendió le resolviera. Creo que equivoco el camino, o quizá aviesamente pretendió que el empresario entendiera que era una forma de emitir una orden como se hacía en los tiempos del partido hegemónico, ese donde se formó Andrés Manuel López Obrador, y quien ahora pretende gobernar al más puro estilo del priato de los años setenta, donde los mensajes presidenciales eran órdenes.

Ojalá el Presidente de la República entienda de una vez por todas que en estos tiempos los contrapesos son reales, y no son producto de leyes emanadas de la representación popular, sino de los avances que la propia Sociedad Civil Organizada ha alcanzado después de las etapas de sometimiento a las que se vio forzada, y cuya obediencia era producto de los excesos del poder político. Hoy las cosas son diferentes, pero el señor Andres Manuel López Obrador pareciera haberse quedado en el costumbrismo de los años setenta.

Insisto, si el Presidente de la República piensa que cualquiera de sus constantes ocurrencias deben ser consideradas como ordenes, y que los tiempos que viven las instituciones y los esquemas de organización social deben responder a sus dictados, esta equivocado, y no puede pretender gobernar con ese pasado ominoso que los propios mexicanos nos sacudimos para otorgarle mayor fortaleza a los procesos de unificación que en los últimos treinta o cuarenta años ha adoptado ese conglomerado al que denominamos “"Sociedad Civil Organizada”.

Se equivocó el Presidente de la República, porque Carlos Salazar Lomelin es un empresario que nada tiene que ver con el comportamiento sumiso de quienes apoyaron y sirvieron a personajes como Luis Echeverría Álvarez o José López Portillo. Esos eran los tiempos de la denominada “"Presidencia Imperial” que todo lo decidía y todo lo ordenaba de acuerdo a los intereses de los hombres y mujeres que por su cercanía con el poder coadyuvaban en la estructuración de contrapesos patronales afines al sistema.

Pedirle u ordenarle a un empresario que ayude a cobrar adeudos de presuntas empresas que no han cubierto sus impuestos al Servicio de Administración Tributaria, habla mal de quien detenta la Secretaria de Hacienda y Crédito Público.

Lo primero que debió hacer el Presidente de la Republica ante la falta de capacidad de su subordinado es ponerlo de patitas en la calle. Para decirlo más claro, Arturo Herrera es un ineficiente que hasta ahora no ha resuelto el galimatías de la tributación eficiente en el país.

Se equivoca Andrés Manuel López Obrador pretendiendo coaccionar a uno de los únicos gremios que le pueden ayudar a superar el escollo del déficit de crecimiento.

Ojalá entienda que no se puede crecer por decreto, que se tiene que incentivar a quienes saben hacer negocios y mover la planta productiva y del empleo para beneficio de todos los sectores sociales. No se puede regresar a los tiempos idos en que los deseos presidenciales se tomaban como órdenes.

Hoy los tiempos son distintos, y los empresarios ya entendieron que son tanto o más poderosos que un retrógrada y populista Mandatario. Al tiempo.

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