Por donde se le quiera ver, Andrés Manuel López Obrador ha venido realizando un gobierno desastroso, carente de ética, con un alto contenido de falsedades y una brutal corrupción que aunque la niegue en las peroratas mañaneas, los hechos demuestran lo contrario. La mentira se ha convertido en credo, y no tan solo es el Presidente de la Republica quien utiliza argumentos falsos para seguir engañando a los mexicanos, también lo hacen sus principales colaboradores y su ejército de publicistas. No cabe duda que pronto anhelaremos regresar a los tiempos idos.
La desgracia de este país será muy grande, porque el saqueo es cínico y alcanzará cifras nunca antes vistas ante las complicidades que todos los días se edifican para disponer de las rentas públicas de la forma más burda. No hay día en que los medios de comunicación, los opinadores, investigadores y especialistas en el fenómeno público, den cuenta de los excesos en el manejo del dinero que los mexicanos aportamos para el sostenimiento del aparato burocrático del Estado, y los programas que mantienen vigente a la sociedad y las obras que se realizan en todas las latitudes del país.
En mi entrega de ayer me referí a los episodios en los que el Presidente de la Republica se ha apartado del marco legal con tal de invertir el dinero que aportamos para la implementación de las obras de infraestructura que le siguen otorgando viabilidad al funcionamiento territorial de este México tan lastimado por las estupideces presidenciales, y atormentado por los excesos de una nueva clase política que más bien parece una pandilla de saqueadores. Lamentablemente entramos en una negra etapa de nuestra historia que habremos de lamentar en los años venideros.
En el discurso de toma de protesta como Presidente de la Republica, Andrés Manuel López Obrador expresó de forma tajante que ya no habría incremento en la deuda pública, pero más tardó en decirlo que en poner manos a la obra para obtener dinero para sus programas sociales con los que piensa mantener su base de votantes en una posible reelección, porque como ya sabemos, echará mano de otra de sus consultas organizadas por él mismo, para que los mexicanos que reciben los beneficios de sus programas sociales decidan y exijan esa reelección.
Muchas cosas puede decir el señor Presidente de la Republica engañando a la gran masa de adeptos que tiene y mantiene con nuestro dinero, pero eso no le alcanzará para sus propósitos reeleccionistas. Y para que se espante usted amigo o amiga que me lee, déjeme decirle que la deuda pública de este país, a la llegada de López Obrador, era de 10.7 billones de pesos. Hasta ahí la dejo Enrique Peña Nieto, y cualquiera esperaría que con la pregonada austeridad del tabasqueño no se incrementaría.
Para desgracia de quienes tributamos, los registros confirman que la deuda pública es ahora de 12 mil125 billones de pesos, lo que quiere decir que la deuda ha crecido desde la llegada de la Cuarta Transfomacion, en un billón trescientos noventa y cuatro mil millones de pesos. Eso quiere decir, que López Obrador sigue endeudando al país cada mes por ochenta y siete mil millones de pesos. Ojalá la deuda tuviera origen en el gasto de insumos médicos, pero son para regalar dinero y seguir manteniendo popularidad por si existe la posibilidad de su reelección. No nos hagamos tontos, es el político más caro que ha tenido este país, y lo seguirá siendo hasta en tanto los mexicanos no tengamos la decisión de detenerlo. Ahí se la dejo, estimado lector o lectora. Al tiempo.
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