Hasta ahora, después de año y medio las cosas no le han funcionado a la mal llamada Cuarta Transformación, porque insisto, no hemos tenido logro alguno como para registrar en los anales de la historia patria una presunta transformación que hasta ahora no se ha realizado por un gobierno que opera sin ton ni son y sin alcanzar los efectos que presuntamente se lograrían en el corto plazo. Para decirlo más claro, no es lo mismo decir cosas al calor de las disertaciones públicas que entender cómo se logra un cambio de régimen en favor de la gente y no en favor de una clase política.
Y cuando me refiero a la actual “Clase Política”, cuyos miembros siguen sin entender cuál es su verdadera misión ante un país que voto mayormente por el cambio, es que ni siquiera tienen los precarios conocimientos del fenómeno público como para encabezar un cambio de raíz que coloque en el centro de todo a los simples ciudadanos, y no a la nueva casta que al igual que las anteriores se han enquistado en el ejercicio del poder público mirando primero por los intereses de un líder que todo lo quiere, y que hasta ahora ha decepcionado a la mayor parte de sus votantes.
El país no camina bien, o quizá habría que decir que hasta ahora el país no ha caminado, y que los viejos vicios del priismo tradicional siguen presentándose todos,los días en las decisiones de gobierno porque ni el propio Presidente de la Republica entiende que es lo que se tiene que cambiar colocando en el centro del interés general al ciudadano y no a una masa amorfa de nuevos ladrones que vinieron a suplir a los que antaño detentaron el poder público y sustrajeron las arcas nacionales.
Habrá que señalar que un cambio de régimen no es otra cosa que reemplazar un sistema político por otro, y si hacemos un balance ente lo que vivimos en el pasado reciente y lo que estamos viviendo ahora, resulta que nada favorece a quienes pretenden asumirse como los impolutos miembros de un cambio que no tiene cambio y de un gobierno que tampoco tiene gobierno porque regresamos a los tiempos en el que las decisiones de un solo hombre estaban por encima de todo un país.
Ojalá ese cambio que tanto se publicitó en las redes sociales y en las promesas de campaña fuera realidad, pero por desgracia la esperanza se ha convertido en decepción y los mexicanos hemos entendido que la promesa fácil sin señalar los cómo y los qué, significa más de lo mismo, con el aderezo de que la perfidia y el cinismo está más presente que nunca. Para decirlo de forma más clara, los mexicanos hemos caído en un cruel engaño que nos prepararon quienes dicen ser los modernos reivindicadores, y que no son más que los malhechores que siempre detestamos.
Andrés Manuel López Obrador se aprovechó de la desesperanza de los mexicanos ofreciendo honestidad y un cambio que hasta ahora no hemos alcanzado por causa de la ineficiencia de quienes lo acompañan en su gestión, y lo peor es que hasta ahora han mostrado y demostrado que sin pudores participan en actos de corrupción, esos que provocan hastío y encono entre los mexicanos. Disponer del dinero público de forma personal como lo hace el actual Presidente de la República también es corrupción, y los casos de Manuel Bartlett, Irma Eréndira Sandoval, y Rocío Nahle, son la prueba fehaciente de nuestra lamentable realidad. La esperanza que nos ofrecieron se está convirtiendo en una amarga pesadilla. Al tiempo.
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