A confesión de parte, relevo de prueba

Cada día se enreda más la vida quien por ahora detenta la Presidencia de la Republica. Bien dicen

 por ahí que quien mucho dice mucho se equivoca, y las conferencias mañaneras han sido uno de los espacios donde más errores ha cometido por su persistencia a improvisar y tocar temas en los que debiera llevar apuntes y no confiar tanto en su memoria. Andrés Manuel López Obrador es un excelente constructor de escenarios imaginarios y de trasladarlos a la realidad en la que creen sus adeptos, esos que reciben los miserables apoyos que destina para mantener su cuota de aceptación popular.

Pero también habrá que señalar que la popularidad de la que ha gozado en amplios sectores del país ha disminuido en grado tal, que ahora se mantiene en menos de cuarenta y seis por ciento de acuerdo a la última medición de Consulta Mitofsky, y eso comienza a preocupar a los integrantes de su “"Cuarto de Guerra” porque no han podido detener la caída. Y no se trata de denostar la administración que encabeza, porque se denuesta sola con los constantes yerros que sus integrantes cometen todos los días. Y ni qué decir de la corrupción, que está en todos los rincones de su administración, e inclusive en su familia.

Espero que todavía guarde en su memoria la grabación que se dio a conocer de su hijo Andy, cuando transmitía órdenes a Yeidckol Polenvsky acerca de la operación de recursos ilícitos para su campaña política. Pero las cosas siguen de la misma forma y con las mismas instrucciones, y si el Presidente de la República tuviera un poquito de vergüenza dejaría de seguir afirmando que combate la corrupción y que es el paladín del cuidado de los recursos públicos, y ahora garante de la democracia desde que tiene la fijación de acabar con el Instituto Nacional Electoral, único freno que le falta derribar para convertirse en dictador.

Pero así como conserva esa astucia que le permitió competir tres veces por la Presidencia de la Republica, también ha cometido errores que seguramente le costarán muy caros. Uno de ellos, quizá el de mayor gravedad, ha sido haber a aceptado que el mismo dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán en la incursión que hiciera el Ejército Mexicano en la capital sinaloense, hecho que le ha costado una tremenda disminución de su popularidad, al grado que se ha derrumbado hasta el cuarenta y seis por ciento en la aceptación.

“"Yo ordené que se detuviera el operativo y que se dejara en libertad a ese presunto delincuente”. Lo dijo en su conferencia matutina. Existe un adagio que se utiliza en el argot jurídico que reza: “"a confesión de parte, relevo de prueba”, y eso quiere decir que el Presidente de la República es un delincuente confeso que tiene que ser imputado y sancionado quizá hasta con la destitución. Después vendría el saludo de mano a la madre de Joaquín Guzmán Loera, y la promesa de ayudarla para que pueda ver a su hijo condenado a cadena perpetua en Estados Unidos.

Andrés Manuel López Obrador ha estado acostumbrado a pasarse por el arco del triunfo las disposiciones legales de este país. Pero el Artículo 150 del Código Penal Federal establece: “Si el detenido o procesado estuviese inculpado por delito o delitos contra la salud, a la persona que favoreciere su evasión se le impondrán de siete a quince años de prisión, o bien, en tratándose de la evasión de un condenado, se aumentarán hasta veinte años de prisión. Para decirlo más claro, el Presidente de la Republica cometió un delito grave y debiera ser procesado por ello. ¿Quien será el valiente que realice la denuncia correspondiente? Porque además es un delincuente confeso. Al tiempo.

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