Sin lugar a dudas la historia reciente del Movimiento de Regeneración Nacional registra hechos patéticos
que muestran y demuestran que sus integrantes no son distintos de aquellos que en el pasado hicieron de las suyas, y que provocaron el hastío de los mexicanos para echarlos del poder. Ocurrió con los tricolores, hoy prácticamente borrados del mapa político a causa de la ineficiencia de su dirigencia nacional, que ni siquiera ha intentado hacer un recuento de los daños, y mucho menos impulsar una nueva etapa de activismo para aprovechar los yerros del partido surgido para llevar a López Obrador a la Presidencia de la Republica.
También le ocurrió a los panistas, que después de los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, que se desdibujaron desde que siendo Gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, los avasalló impulsando el regreso de los tricolores al poder. Del perredismo ni qué decir, porque se mimetizaron y se convirtieron en caníbales destrozándose las luchas internas y reyertas por detentar los encargos que la gente les confirió por el hartazgo de tricolores y blanquiazules. Hoy solamente los recuerdos quedan.
Pero también hay que señalar que al Movimiento de Regeneración Nacional le está ocurriendo lo mismo. Por lo pronto mucho tendrá que explicar Yeidckol Polevnsky por el precio alzado en la compra de diversos inmuebles durante su gestión al frente del partido, pero quizá lo más lamentable es que hasta ahora no ha podido explicar su inusitada riqueza, lo que ha hecho sospechar al mismo Presidente de la Republica de malos manejos durante su gestión al frente de Morena. El problema para muchos morenistas es que la veleidosidad presidencial se ha convertido en la mayor amenaza para sus intereses personales.
Y no es que el Señor Presidente sea todo lo pulcro e incorruptible que dice o afirma, por el contrario, hacer negocios sin tomarlo en cuenta es motivo más que suficiente como para recibir una andanada mediática que termine con sus prestigios en un abrir y cerrar de ojos. Y como lo hemos constatado, para Andrés Manuel López Obrador primero es él y su familia, después él, y posteriormente él. Así ha sido siempre y no cambiará, porque la finalidad inmediata fue alcanzar el poder, y la prioridad ahora está en el aseguramiento de que seguirá en el poder por tiempo indefinido, aunque tenga que pasar por encima de la plana mayor del Movimiento de Regeneración Nacional. Lo patético es que para el Presidente de la Republica todos son desechables.
En redes sociales circula un video de una visita que realizó a Puebla, y como es su costumbre entro saludando a todos los miembros del presídium, y cuando Miguel Barbosa Huerta extendió la mano, lo que recibió fue un desdeñoso alejamiento del Presidente de la Republica que lo hizo “tragar camote” como se dice en el argot popular, y que evidenció que ha caído de la gracia presidencial. Ese tipo de detalles muestra en toda su dimensión al hombre que gobierna el país, y cuyos odios están por encima de cualquier protocolo y mucho más del presunto bienestar de la gente.
Aquellos que se acostumbraron a ejercer el canibalismo contra sus adversarios hoy están devorándose entre ellos. Pero esa es la parte negra del ejercicio del poder, aunque también hay que señalar que en regímenes anteriores los odios se disimulaban con una sonrisa y el saludo frío. El Movimiento de Regeneración Nacional no es distinto a los partidos que antaño ejercieron el poder. Sus encumbrados integrantes son los mismos caníbales del pasado. La historia se repite, aunque los hechos sean distintos y la circunstancia diferente. En la primera oportunidad el mismo López Obrador será la presa de aquellos que ahora le obedecen servilmente. Esa es la circunstancia del poder, y Rosario Robles lo sabe muy bien, porque ella le pago cuatrocientos ochenta millones de pesos a Televisa para que el tabasqueño alcanzara la Jefatura de Gobierno de la CDMX. Al tiempo.
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