Sin lugar a dudas no es lo mismo pulular por todos los rincones de un país criticando cada cosa que hacen los gobernantes que cumplir las expectativas que se ofrecen de manera simplista e irracional, pensando que todo se resuelve con la simple llegada al poder.
México no ha sido ínsula de buenos gobiernos y hay que reconocerlo, pero en la historia reciente quedan hombres como Lazaro Cárdenas del Rio, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés. Adolfo Ruíz Cortines o Adolfo López Mateos, que siempre serán recordados por su manera de ejercer el gobierno con firmeza y sobriedad, a la vez que procurando el bienestar de los sectores desprotegidos de la sociedad.
También existen episodios que fueron muy lamentables y que ensombrecieron otros gobiernos, como fue el caso de la manera en que se tomó la decisión de intentar contrarrestar el Movimiento Estudiantil de 1968 sacando a las calles al Cuerpo de Granaderos que con sus excesos provocaron una tragedia, lo que marcó la administración encabezada por Gustavo Díaz Ordaz, quien a pesar de todo siempre dio la cara y asumió el costo social de sus determinaciones. A la distancia muchos aseguran que esas decisiones le costaron caras frente al registro de la historia, pero él siempre asumió que fueron necesarias para proteger la integridad del país ante la intentona socialista por socavar el orden institucional.
Después vendría el populismo de Luis Echeverría Álvarez, quien con su frase de “"Jóvenes Fascistas” intento epitetar y desnaturalizar un movimiento social de tantos que han protagonizado los estudiantes de las escuelas públicas profesionales de este país. José López Portillo fue un Mandatario alegre, de gustos extramaritales como casi todos, pero con un acentuado populismo que muchas veces rayaba en el ridículo, como fue el caso de las lágrimas derramadas en un informe de gobierno. Habrá que decir que Miguel de la Madrid Hurtado fue distinto porque lo caracterizaba la sobriedad, y su administración fue solvente y seria.
De Carlos Salinas de Gortari se pueden decir muchas cosas buenas y malas, pero fue quien inició el impulso de los vectores económicos para generar riqueza aunque la disparidad social se acentuó al final de su mandato. Ernesto Zedillo Ponce de León fue un hombre sobrio, de conducta intachable y sentó las bases de un nuevo desarrollo económico que le ha dado un lugar preponderante en la historia reciente, además de que tuvo la atingencia de alejarse una vez concluida su administración, y es ahora uno de los catedráticos más buscados en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Se puede decir que logró algo que muy pocos alcanzan. Vicente Fox Quesada fue el Presidente de la Alternancia, y pese a su populismo pueblerino entregó buenas cuentas.
A Felipe Calderón lo marcó la Guerra contra el Crimen, pero salió bien librado en su administración. Enrique Peña Nieto fue un hombre popular al que lo marcó la rampante corrupción de la mayor parte de sus colaboradores. Pero habrá que decir que cualquiera de los mencionados ha sido mejor que Andrés Manuel López Obrador, que hasta ahora no atina como encabezar eficientemente una administración que se ha convertido en un caos por su proclívidad a centralizar las decisiones y disponer de los recursos públicos de forma personalista.
Hasta ahora el tabasqueño sigue sin dar resultados tangibles, y lo peor es que esa particularidad ha comenzado a desgastar su imagen pública por los nulos resultados que ha obtenido en cuanto a crecimiento económico. El fracaso ha sido la identidad de su gobierno, y sus constantes yerros verbales lo han colocado como uno de los hombres más mentirosos de la historia del país. Su personalista forma de administrar los recursos públicos lo han hecho caer en un gobierno sin brújula porque no tiene una idea de lo que se tiene que hacer para administrar adecuadamente las finanzas de un país como el nuestro. De acuerdo a los resultados obtenidos, la mayor parte de los mexicanos estamos percibiendo que el desastre está a la vuelta de la esquina. Sin lugar a dudas la historia lo colocará en el sitial que merece, y no creo que sea en un buen lugar, porque hasta ahora sigue caminando con la ruta extraviada. Pobre México. Al tiempo.
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