A este pueblo le tiene que comenzar a doler la irresponsabilidad presidencial. Nunca en mi carrera periodística había relatado tantos desatinos como principal estrategia de un Presidente de la Republica como lo hacemos los periodistas en estos tiempos.
Es verdad que tuvimos muchos mandatarios cuyos actos rayaban en el desenfreno económico, pero hasta ahora las pérdidas por la falta de pericia son cuantiosas y se describen en cientos de miles de millones de pesos tirados a la basura por lo absurdo de las decisiones unipersonales de quién detenta el poder.
Sin lugar a dudas el manejo de la pandemia del coronavirus marcara en la historia de este país en un antes y un después. “"No debemos espantarnos, no debemos adelantar vísperas, los mexicanos por nuestras culturas somos muy resistentes a todas las calamidades” señalaba desde el púlpito mañanero el Presidente de la Republica, y pasaron los meses y se nos invitaba a abrazarnos porque no pasaría nada. Muchas veces me he hecho la pregunta de cuántas vidas se habrían salvado si el señor López Obrador hubiera actuado con la responsabilidad de un Jefe de Estado y no como un simple pregonero.
Mucho tiempo después el mismo sujeto pide a los mexicanos guardar un minuto de silencio por los casi sesenta mil muertos que ha provocado la pandemia, ya que muchos especialistas han afirmado que las cifras han venido siendo maquilladas desde la esfera institucional, y en esto también ha opinado la Organización Mundial de la Salud en el mismo sentido, a la vez que ha manifestado que la esfera gubernamental ha actuado con una brutal desidia, lo que nos tiene que llegar a cuestionar cuántos mexicanos se habrían salvado si hubiéramos actuado con la responsabilidad a que está obligado el Presidente de la Republica.
Pero independientemente de los estragos sanitarios y las muertes por coronavirus, nos tiene que preocupar el futuro inmediato, porque se acentuará la falta de trabajo y por consecuencia se presentará la pobreza en muchos mexicanos que difícilmente podrán regresar a sus fuentes de trabajo porque las empresas están quebrado ante la carencia de estímulos fiscales y de la falta de apoyos para mantener la planta productiva, porque el Presidente de la Republica está empecinado en seguir adelante con sus proyectos fracasados como son la Refinería de Dos Bocas, cuando el petróleo ya no vale siquiera la inversión en tierra, y el Tren Maya.
También abonan a esta lamentable circunstancia médica el retiro del Presupuesto del Seguro Popular que condenó a los niños con cáncer a la muerte. Desconozco si la estrategia gubernamental del señor López Obrador haya considerado esas muertes como inevitables. Pero cualquier estadista lo primero que tiene por encomienda es la protección no tan solo de la salud de hombres y mujeres, sino la buena conducción del aparato del Estado sin distingos y confrontaciones politicas, sobre todo en una pandemia como esta que marcará su gobierno.
Por desgracia México no marcha bien, y es doloroso señalarlo, pero no existe otra realidad más que la que nos está construyendo un mandatario ausente de piedad y dispuesto a utilizar todo el aparato del Estado para imponer un proyecto de gobierno cuya principal finalidad será el empobrecimiento general de los mexicanos para que todos dependamos de las dádivas oficiales. La tiranía está a la vuelta de la esquina, y si no logramos detenerla en la elección intermedia, ese México que tanto hemos construido con nuestro trabajo diario pasará a formar parte de la etapa más triste de nuestra historia. Al tiempo.
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