Vaya con el estercolero que está construyendo el Presidente de la Republica Andrés Manuel López Obrador, quien sigue manteniendo en la parte central de su discurso el combate contra de la corrupción.
Y es que el ahora Mandatario tiene razón, porque si de algo podemos preciarnos los mexicanos es de que por desgracia nuestro sistema político ha estado plagado de corrupción, y sigue estando en la misma circunstancia porque este tipo de conductas son la constante en el manejo gubernamental.
El problema es que en esas ansias de venganza que tiene contra quienes presuntamente le robaron varias veces la Presidencia de la Republica, está ayudando mucho a cavar su propia tumba política, porque lo de menos es lanzar acusaciones aprovechándose de un exfuncionario que mantiene como rehén y al que le dicta lo que tiene que hacer o decir si no quiere pasarse el resto de su vida en la cárcel. Pero en esa persistencia de seguir sembrando el odio, ha salido bastante salpicado y eso le costará caro cuando los mexicanos entiendan que ha sido igual o peor que esos a los que acusa o mantiene como rehenes.
Y mucho hay que decir de lo que hace con su férrea costumbre de ejercer el presupuesto de forma discrecional sin pasar por las licitaciones que marca la ley, y aunque los costos en vidas y dinero de la dimensión de la pandemia se haya ampliado a causa de su incapacidad personal para mantener el equilibrio social y el comportamiento de sus gobernados, simplemente aconsejó que se mantuviera la cercanía y que la gente pudiera abrazarse, lo que significó una de las recomendaciones más costosos en vidas humanas y el sustancial incremento del número de contagiados.
Estoy de acuerdo con que aquellos que hayan dispuesto del dinero público para su beneficio personal vayan a la cárcel, pero también tengo que decir que el propio López Obrador lo ha hecho toda su vida. Las presuntas entregas de dinero público que realizó el señor Emilio Lozoya independientemente de las implicaciones legales que se tengan que castigar, no tendrían porque generarle impunidad, por el contrario, es un reo confeso que también tiene que ser juzgado y a quien se le debe aplicar todo el peso de la ley.
El video que se dio a conocer en el que el propio hermano de Andrés Manuel López Obrador, Pío, recibe dinero de un presunto consultor de nombre David E. Leon Romero, también incrimina al Presidente de la Republica, y si tanto habla de su presunta e inexistente ética personal, debiera solicitar licencia y ponerse a disposición de la ley para que se realicen las investigaciones conducentes. O todos hijos o todos entenados reza el refrán popular, y hasta hasta ahora lo que mejor le ha salido a la mal llamada Cuarta Transformación es el muy organizado estercolero con el que se está pretendiendo acusar a los demás cuando la corrupción también es parte del pasado de Andrés Manuel López Obrador.
La entrega de dinero, a decir de quién fuera consultor y ahora Zar Anticorrupción en materia de medicamentos, fue de cuatrocientos mil pesos, y era parte de una serie de aportaciones que se le hacían cada semana. Y francamente no creo que Pío haya hecho un negocio aprovechándose de su parentesco, porque también participaban para conseguir fondos connotados miembros del ahora gabinete presidencial. Sin lugar a dudas Andrés Manuel López Obrador está organizando el mayor estercolero de la historia de este país, y ha sido uno de sus principales actores. Al tiempo.
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