Sin lugar a dudas Andrés Manuel López Obrador es un consumado maestro en eso de desviar la atención del gran público de los principales problemas del país. Hasta ahora México está a la deriva en materia económica, y antes que intentar estrategias contracíclicas que aminoren el costo político económico de la pandemia del coronavirus y los saldos del decrecimiento del 18.9 previsto por los especialistas, se mantiene llevando la atención del gran público hacia otro tipo de eventos para evitar que su imagen se siga deteriorando a causa de la manifiesta ineficiencia gubernamental que encabeza.
Las acusaciones a las administraciones pasadas las ha realizado no porque tenga elementos para procesar a quienes ocuparon la Presidencia de la Republica, sino para evitar que los mexicanos sigamos observando el desastre administrativo qué ha sido el sello distintivo de su gobierno, y el pésimo manejo en el auxilio a la población por la pandemia del coronavirus que registra una serie de muertes innecesarias por no colocar entre los asuntos prioritarios la vida de los mexicanos que padecieron y están padeciendo los efectos de la mortal enfermedad. El problema es que ante las previsiones del decrecimiento del 18.9 por ciento habrá que sumar las muertes causadas por su falta de previsión.
Las acusaciones al pasado reciente han sido su mejor escudo para quitar el foco de atención por su ineficiencia en materia económica y gubernamental. México pudo haber evitado miles de muertes si el señor López Obrador hubiera establecido una estrategia de contención y adquirido esos medicamentos que tanto pidieron y suplicaron las familias más empobrecidas del país. Así como no le importo condenar a muerte a los niños con cáncer para destinar el dinero a programas sociales y a sus onerosos proyectos, tampoco le ha importado la pérdida de la vida de muchos mexicanos que fueron abandonados por la carencia de capacidad hospitalaria. Para decirlo más claro, seguramente consideró que los muertos no votan, circunstancia lo que lo convierte en un magnicida.
Su estrategia de criticar al pasado para que los mexicanos quitemos la atención del desastre económico y administrativo que nos ha estado construyendo, habla de su falta de capacidad para convertirse en un estadista que ponga en primer lugar de su interés el bienestar de todos los mexicanos, pero sobre todo, en el manejo de la crisis económica por su carencia de conocimiento, y para colmo de males agudizada por una pandemia mundial que poco le importó al inicio y que pudo acotar de poner por delante el bienestar de los mexicanos.
Hasta ahora se ha dedicado a lanzar acusaciones sin fundamento a los expresidentes Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón Hinojosa, y Enrique Peña Nieto. Pero también ha utilizado a Emilio Lozoya como el ariete para acusar, hasta ahora sin fundamento, a un pasado reciente cargado de corrupción quizá, pero que tuvieron una estatura política y administrativa que hay que decirlo abiertamente, el señor López no ha conseguido. Su estrategia no se basa en el bienestar y crecimiento económico de los mexicanos, sino en la denostación al pasado para evitar que la gente dije la atención en el desastre actual que encabeza.
Las cosas caen por su propio peso, y seguramente este tipo de argucias será reflexionada por los mexicanos a la hora de emitir su voto en la elección intermedia. Esa es su estrategia, mantener el engaño, porque sabe que aunque siga en niveles de aceptación por encima del cincuenta por ciento, en cualquier momento podría tener una variación en los públicos que están padeciendo su ineficiencia al frente de un país al que pretende empobrecer para mantenerse indefinidamente en el poder como ha ocurrido en Cuba y Venezuela, donde las dictaduras se sostienen con la estrategia de condenar a los ciudadanos en la pobreza para que dependan de las dádivas oficiales, y por otro lado la vigilancia de los aparatos de seguridad para evitar la organización de grupos antagónicos. Pobre México, donde la libertad de expresión ha sido acotada mediante amenazas a los medios de comunicación. Al tiempo.
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