Hay que decirlo con todas sus letras. Hasta ahora la mayor tarea que se ha echado a cuestas Andrés Manuel López Obrador es tratar de explicar qué pasa con la economía mexicana. Y es que hasta antes de que iniciara la pandemia del Coronavirus las cosas no le Iban bien en la materia, lo que habla de su falta de preparación o entendimiento para mantener el fenómeno monetario bajo el control del Estado.
No es lo mismo pulular por todo el país criticando decisiones gubernamentales, que tener la preparación o el apoyo de profesionistas experimentados para incentivar los procesos económicos y mantener la planta productiva y del empleo vigente con la finalidad de evitar esas crisis recurrentes que tanto daño le han causado al país.
Por lo pronto los pronósticos no son halagüeños, por el contrario, el decrecimiento estimado por los especialistas, que podría ser por encima del menos dieciocho por ciento del Producto Interno Bruto, debió encender las luces de alerta, pero el Presidente de la Republica prefirió minimizar la circunstancia sabedor de que su discurso cargado de esperanza y promesas sigue siendo bien asimilado por una gran parte de la población, aunque hasta ahora haya seguido disminuyendo su aceptación. El Fondo Monetario Internacional estima que la deuda pública va a representar dieciséis billones de pesos en la economía mexicana, lo que quiere decir que esta circunstancia la convertirá en el mayor nivel en los últimos treinta años.
Y a ello hay que sumar el hecho de que la planta productiva está en una severa crisis a partir del recrudecimiento de la pandemia del coronavirus, y esa circunstancia no es culpa del gobierno mexicano, pero el mal manejo de las previsiones sanitarias y el empecinamiento por negar la gravedad de pandemia le ha costado muy caro al país, y por ende a todos los mexicanos. También afirma el FMI que la deuda pública durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador crecerá en mayor magnitud en comparación del sexenio encabezado por Enrique Peña Nieto, pese a que el actual Mandatario ha descartado endeudar al país para enfrentar la pandemia.
Dicen los especialistas que la deuda pública bruta representará el 65.9 por ciento del tamaño de nuestra economía, es decir, cerca de dieciséis billones de pesos, tomando en consideración que el valor del Producto Interno Bruto era de 24.3 Billones al primer trimestre de este año, y eso significa el mayor nivel de deuda de los últimos treinta años.
El problema radica en que de confirmarse el pronóstico del Fondo Monetario Internacional nuestra deuda crecerá exponencialmente en tan solo un año, mucho más que durante toda la administración encabezada por Enrique Peña Nieto cuando nuestros pasivos se elevaron de 42.7 por ciento del Producto Interno Bruto en 2012, hasta 53.6 por ciento en el año 2018, y eso quiere decir que hubo un incremento de once puntos en los años que gobernó el mexiquense. De ahí que el FMI haya hecho la previsión de un desplome de 10.5 por ciento en la economía mexicana a causa del cierre de negocios por el confinamiento pandémico, lo que sumado al decrecimiento del 18.9 del Producto Interno Bruto agravará la crisis.
Para colmo de males, el propio FMI acusa que México ha sido de los países que menos apoyos fiscales entregó para contrarrestar el impacto de la pandemia, y que el gobierno actual solamente ha permitido prórrogas en el pago de impuestos, prefiriendo de forma populista lanzar programas de préstamos para empresas en condiciones favorables de taza y plazo. La solidaridad económica no está en su mejor momento, y Andrés a Manuel López Obrador prefiere invertir en sus guajiros sueños del Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas aunque el crudo siga tan devaluado que es mejor buscar energías alternativas por la caída en los precios del petróleo. El populismo sigue viento en popa, aunque siga empobreciendo a la gente, porque esa es la verdadera finalidad. Así de simple nuestra circunstancia. Al tiempo.
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