Por desgracia para este país no terminan los problemas. Hasta ahora los mexicanos nos hemos convertido en equilibristas del desasosiego a causa de los dislates presidenciales, pero sobre todo, de la forma en que Andrés Manuel López Obrador trata de minimizar las amenazas que se ciernen en torno a los hombres y mujeres de todas las latitudes del país por causa de sus desatinos mañaneros.
Perder varias horas tratando de dar lecciones al país mediante las conferencias mañaneras es una soberana idiotez de quién encabeza el Gobierno Federal. Y no pretendo denostar esas patrañas de la verborréica platica mañanera a que nos ha acostumbrado el Presidente, porque se denuestan solas.
Los desplantes de su desconocimiento de los temas principales del país son evidentes, y lo alejan de esa credibilidad que prende construir al asumirse como el gurú de los temas de la vida nacional, pontificando día tras día la realidad que piensa debemos aceptar los mexicanos, cuando lo que en verdad ocurre es que vive en el “mundo ideal” que ha diseñado y qué en realidad no existe. La expresión de que los mexicanos debemos adoptar su visión de la “"pobreza franciscana” es la mayor estupidez que he escuchado de un mandatario, y por ningún motivo los mexicanos podemos siquiera meditar su burda aseveración de que vivir en la pobreza nos purifica.
Hasta ahora el modelo aspiracional de nuestra sociedad ha sido alcanzar los elementos suficientes para otorgar a nuestras familias una forma de vida con desahogo y sin los desasosiegos propios de la incertidumbre, esa que nos acecha a través de las estupideces mañaneras. México está al borde del estallido social, y no es solamente por lo ocurrido en Chihuahua, donde la dignidad, la valentía y la necesidad se juntaron para colocarse frente al poder presidencial. Qué bueno que la Guardia Nacional no utilizó el armamento que portaba, porque en estos momentos estaríamos lamentando el incendio de este país como respuesta a la decisión presidencial de mandar a los militares a sofocar el enojo.
Pero también hay brotes armados y organizados en diversas partes de este México tan nuestro y que Andrés Andrés Manuel López Obrador cree que lo tiene a su disposición. Nada más estúpido para un gobernante pensar que con su investidura puede hacer lo que le venga en gana, porque eso es lo que ha estado intentando el tabasqueño. Más le valdría serenarse antes de pretender convertirse en uno de los dictadores populistas que pululan en la parte sur del Continente. Los mexicanos somos distintos, y nos hemos construido un sistema democrático en el que los ciudadanos colocamos y quitamos a los idiotas gobernantes mediante el voto directo, pero si es necesario haremos lo que esté de nuestra parte para hacerlos que se alejen de las tentaciones autoritarias.
Chihuahua es el principio, pero en Chiapas está ocurriendo otro fenómeno de inconformidad con la formación y conformación de un ejército de más de cuarenta mil hombres y mujeres que están hartos del incumplimiento de las promesas que les hizo Andrés Manuel López Obrador. Pero también en la sociedad civil de todas las latitudes del país se ha venido construyendo un frente de organizaciones que tienen como principal propósito la toma de él Zócalo de la Ciudad de México, y seguramente tendrán éxito por el hastío generalizado que han provocado los desplantes autoritarios del Presidente de la Republica.
Y a eso hay que sumar el frente de gobernadores que se escindieron de la Conago y que han lanzado la amenaza de abandonar el Pacto de Coordinación Fiscal y asumir la recaudación de impuestos para que los recursos se implementen en beneficios para los ciudadanos de esas entidades. Que no olvide el Presidente de la Republica que México es una Republica Federal, con estados libres y soberanos, y que estirar tanto la liga pudiera provocar diversas manifestaciones de declaración de independencia. Para decirlo más claro, Andrés Manuel López Obrador es por ahora el mayor peligro para la unidad de todos los mexicanos. Al tiempo.
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