Sin lugar a dudas la voracidad de poder de Andrés Manuel López Obrador lo ha retratado como un gobernante despiadado, irresponsable, ambicioso, autoritario, soez, totalitario, pero sobre todo, con una brutal mendicidad para disponer de los recursos públicos como le venga su regalada gana como se dice por ahí. Hasta ahora se ha comportado no como un estadista,
peculiaridad que nunca alcanzará por el odio que guarda y acumula contra aquellos que osan oponerse a sus designios, pero sobre todo, por la mendicidad que ha mostrado y demostrado destruyendo lo que con esmero hemos construido los mexicanos durante muchas generaciones.
Quitarle recursos a los niños con cáncer destinándolos al irremediable destino de su muerte, lo convierte en un genocida pasivo, porque al utilizar esos fondos gubernamentales para otros programas los dejo en la mayor indefensión y sentenciándolos a una dolorosa muerte y a la siembra de la tragedia en sus familiares más cercanos. La ambición de concentración del poder es una realidad por desgracia para este país, y lo que viene se convertirá en un verdadero martirio para los mexicanos industriosos de todas las latitudes porque el principal elemento de su proyecto es el empobrecimiento de la mayor parte de los mexicanos para hacerlos dependientes de las dádivas gubernamentales.
El jueves enseño ese rostro autoritario que lo ha caracterizado durante mucho tiempo, y la voracidad por concentrar no tan solo el poder, sino el dinero de los mexicanos, girando la instrucción a los miembros de la bancada de Morena y sus satélites para que de un plumazo borraran del mapa los fideicomisos autónomos que se han significado como un avance de nuestra democracia porque operaban acciones concretas de beneficio ciudadano fuera de la esfera de la Administración Pública centralizada, y que hasta ahora habían obtenido excelentes resultados.
Pero también hay que señalar que su mendicidad ha sido tan grande, que ha estado utilizando a la Unidad de Inteligencia Financiera como el brazo operador para someter a los empresarios con la amenaza de la inmovilización y la incautación de capitales, por cierto, dinero que no es de el y que los visualiza con su talante autoritario como si fueran de su propiedad. Esa circunstancia seguramente traerá como consecuencia una gran fuga de capitales, con el consiguiente daño irreparable a los estratos más empobrecidos del país porque habrá una dramática disminución de inversión y por consiguiente de una brutal caída del empleo.
Andrés Manuel López Obrador ha demostrado un alto sentido de la voracidad, con el poder y el manejo del dinero de los mexicanos. Pero ya sufrió su primer revés, porque reto a las diversas organizaciones de ciudadanos a manifestarse frente a Palacio Nacional, diciendo que su se juntaban cien mil ciudadanos renunciaría. Desde luego que no lo cumplirá, pero ahí estuvo el rechazo de más de ciento ochenta mil ciudadanos que fueron registrados ante la fe pública de varios Notarios. Si de algo nos hemos podido dar cuenta los mexicanos es de su ambición por el poder, y no se detendrá hasta alcanzar esa pretendida dictadura bolivariana que ha sido su mayor anhelo desde hace muchos años para asumirse como el Dictador de La Nación Mexicana. La mala noticia es que la sociedad civil ya dio su veredicto, y lo previsible es que la elección intermedia sea su Waterloo. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en periodismo.