Sin lugar a dudas el cinismo ha sido el principal elemento de la personalidad de Andrés Manuel López Obrador. Y lo señalo con todas las consecuencias previsibles,
porque si por algo se ha caracterizado durante su vida política el ahora Presidente de la República, es su intolerancia con aquellos que manifestamos desacuerdos con lo que hace y lo que dice. El país de libertades que durante mucho tiempo edificamos hoy está en un grave riesgo por el cariz autoritario de quien detenta el poder del Estado Mexicano, y somos los mexicanos quienes tendremos que reorganizar ese destino que en estos momentos se torna borrascoso.
Diez gobernadores manifestaron su decisión de oponerse a los designios del inquilino de Palacio Nacional, y como siempre lo hace, en sus peroratas mañaneras decidió colocarlos como beneficiarios de la corrupción, aunque hasta ahora nunca ha mostrado evidencia alguna de lo que afirma. Es muy fácil acusar desde la tribuna pública con una corte de aduladores que de periodistas nada tienen, y que seguramente reciben jugosas prestaciones a cambio de servir de comparsas y hacer preguntas que previamente se les entregan para dar pie a las burlas presidenciales.
Me parece que un destino así no lo merecemos los mexicanos, y aunque hayamos tolerado los excesos del pasado reciente, no podemos de ninguna manera aceptar el camino de la dictadura populista que está construyendo el hombre que más caro le ha costado al país. Y reitero, lo señalo con todas las consecuencias previsibles, porque si pudo ordenar mi salida de la empresa de medios en la que trabaje durante dieciocho años, no me podrá silenciar porque mi convicción ha sido la búsqueda de la verdad y el ejercicio de mis libertades constitucionales.
Quien por el momento se asume como incorruptible, sigue haciendo lo que siempre hizo, vivir de la corrupción al amparo del discurso incendiario que capitalizó el enojo de la gente. De esos muchos mexicanos que seguramente hoy están arrepentidos de haberlo llevado al poder. No minimizo la base social con que todavía cuenta a cambio de las dádivas gubernamentales, por cierto, con dinero que es de los mexicanos y que el dispone a su capricho y conveniencia política, pero el destino siempre coloca a cada quien en el lugar que le corresponde.
La cínica concesión de un terreno en la Isla de Holbox, en el caribe mexicano, a una de sus nueras, es el acto más abyecto que ha podido realizar en las últimas semanas. Y habrá que señalar que es la misma persona que aparece visitando Dubai con el hijo mayor del Presidente de la Republica en un jet privado y gozando de las riquezas que nunca tuvieron y que seguramente ahora salen de las finanzas públicas, esas finanzas que se nutren del dinero que los ciudadanos tributamos para el sostenimiento del aparato burocrático del Estado, y los programas de desarrollo que debieran ser de beneficio para todos.
Quizá habría que recordar episodios lamentables como el hurto de treinta y cuatro mil millones de pesos que Don Marcelo Ebrard realizó en la Construcción de la Línea 12 del Metro, esa que había sido presupuestada en diecisiete mil millones, y que terminó con un costo superior a los cincuenta y dos mil millones de pesos. En cuanto terminó su gestión al frente del Gobierno de la Ciudad de México se ausentó del país y se exilió en Francia, y regreso hasta que el propio Andrés Manuel López Obrador fue declarado Presidente de la Republica. El corrupto mayor de la historia de este país ahora se asume como el prístino mandatario que todos los días fustiga a sus adversarios políticos epitetandolos como corruptos, cuando tiene uno de los pasados más corruptos de la historia patria. Así de simple. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en periodismo.