Los mexicanos estamos confrontados unos con otros. Y no es una circunstancia que nosotros hayamos provocado por nuestras diferencias de clase, color de piel, creencias religiosas, o simplemente por las diversidades geográficas o el dinero. Hoy más que nunca la siembra del odio esta por encima de la concordia que durante tanto tiempo construimos.
La destrucción de nuestros valores y la diferencia de clase forma parte importante del proyecto de Andrés Manuel López Obrador, quien antes que buscar la unidad, todos los días se dedica a promover la discordia.
El púlpito mañanero ha sido el mejor instrumento para la diatriba, la acusación vana y pueril, la mentira, pero sobre todo, para el vertimiento del veneno que le corroe las entrañas contra aquellos que en el pasado supuestamente le robaron la Presidencia de la Republica, y esa es una grave ofensa a esa democracia que tanto tiempo nos llevó construir porque logramos con mucha voluntad y enalteciendo la política, edificar instituciones ciudadanas autónomas que respondieran al la vocación democrática de los mexicanos.
El Presidente de la República miente todos los días, y hasta ahora los especialistas han determinado que es una patología propia de sus delirios de grandeza. Lo peor de todo es que un puntual estudio realizado acerca del contenido de sus conferencias mañaneras concluyó que hasta ahora ha vertido más de treinta y un mil mentiras, y eso quiere decir que la construcción del engaño ha sido su mejor estrategia para impactar a los estratos más empobrecidos de la población quienes hasta ahora mantuvieron la esperanza de salir de su lamentable condición.
Esa vocación por la mentira ha provocado un grave daño entre los mexicanos, y la siembra del odio como condición política solamente beneficia a su proyecto de instauración de un régimen totalitario en el que los hombres y mujeres de este país estarán destinados a la obediencia ciega y la entrega total de su voluntad a un proyecto por una miserable cantidad de dinero mensual que ni siquiera alcanzará para paliar su lamentable pobreza, porque esa es la meta, empobrecer a la mayor parte de los mexicanos para que dependan de las dádivas institucionales y por consecuencia obedezcan al “benefactor” para alcanzar sus delirios de grandeza.
México está al borde de una crisis alimentaria, y la mayor parte de los sectores empobrecidos ya no alcanzan a cubrir el precio de la canasta básica por los efectos de la pandemia del coronavirus. Pero la miseria es ahora el principal proyecto del Estado Mexicano encabezado por una pléyade de traidores que han puesto toda su voluntad en destruir lo que tanto tiempo y esfuerzo nos costó construir. Si bien es cierto que nunca encontramos la fórmula para otorgarle oportunidades de una vida digna a la mayor parte de los mexicanos, también lo es que el proyecto de Andrés Manuel López Obrador es el caos social por la siembra del odio y la disminución de oportunidades de progreso.
También tenemos que reconocer que el odio y del rencor utilizado por la mal llamada Cuarta Transformación ha sido un éxito, y las cifras de la economía muestran claramente que el Producto Interno Bruto está por debajo de los niveles que nunca alcanzaron los gobiernos anteriores ya que las cifras indican que el crecimiento ronda en el dieciocho punto tres por ciento por debajo de cero, y esa circunstancia es el anuncio de la catástrofe alimentaria que se presentará en el corto plazo. La única oportunidad que debemos valorar los mexicanos es la posibilidad de una alianza de todas las oposiciones para evitar que el Movimiento de Regeneración Nacional vuelva a tener mayoría en la Cámara de Diputados. De lo contrario el destino de los mexicanos será la búsqueda de alimentos en los contenedores de basura, como ocurre en la Venezuela del sátrapa Nicolás Maduro, por cierto, muy amigo de Andrés Manuel López Obrador. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en periodismo.