Resulta muy difícil concebir la maldad hecha gobierno. La forma en que ha venido actuando el Presidente de la República, Andres Manuel López Obrador, en el manejo de la pandemia, habla de una mendicidad propia de un hombre que sigue acumulando infinidad de odios y rencores, aunque los mexicanos lo hayan llevado a la Presidencia de la República pensando que era la hora de cambiar por tantas promesas que vertió durante muchos
años en que sembró de esperanza a los desposeídos. Pero esa esperanza, y hay que decirlo con todas sus letras, ahora se ha convertido en la mayor atrocidad que pudiera haber cometido un gobernante en toda la historia de este país.
Para decirlo más claro, y haciendo un cuadro comparativo, Victoriano Huerta fue un dictador al que por sus asesinatos en el ejercicio del poder el registro de la historia lo convirtió en un sujeto que utilizó las armas con la finalidad de exterminar a sus enemigos, que por cierto también eran mexicanos. Guardadas las proporciones, lo mismo le puede ocurrir al Presidente López Obrador porque no podrá sacudirse la perfidia que ha venido mostrando con el manejo de la pandemia del coronavirus, que hasta ahora lleva más de ciento cuarenta y un mil víctimas, lo que habla del garrafal manejo de una grave circunstancia que nos tiene que doler, y mucho, por la pasividad gubernamental para brindar los auxilios a la población.
Por principio de cuentas, el propio Presidente de la República se encargó de que los ciudadanos relajaran su comportamiento porque les aconsejaba que había que abrazarse porque no pasaba nada, y que el virus no era mortal como se aseguraba. No se de donde diablos saco esa versión que por desgracia lo mostró con un cariz inhumano por su carencia de conocimientos acerca del mal que nos acechaba. Lo peor fue que provocó muchas muertes por su empecinamiento de que la iniciativa privada no apoyaran a los ciudadanos. Después envió brigadas de diez personas cuando lo que necesitábamos y seguimos necesitando es una vacuna para inocular de ese mal a los mexicanos.
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Al cabo de los meses presumiría que todos los mexicanos seríamos vacunados en los siguientes días, lo que hasta ahora no ha ocurrido porque sus intereses tienen prioridades, como enviar vacunas a los gobiernos populistas del Continente con los que mantiene ligas estrechas buscando perpetuarse en el poder como ha sido el modelo cubano. Después vendría la prohibición para que los integrantes de la iniciativa privada no pudieran acceder a la compra de las vacunas.
Más tarde anunciaría que habría brigadas de diez personas bajo la coordinación de los delegados estatales sin entender que inocular a más de ciento treinta millones de personas no se realiza con un número tan reducido de brigadistas. Su odio con los miembros de la iniciativa privada degeneró en una crisis sanitaria brutal por la carencia de medicamentos y de hospitales que tuvieran los elementos para la intubación de hombres y mujeres que finalmente murieron por falta de atención. Otra desgracia más se propició por su negativa de entablar negociaciones con las empresas que ya habían desarrollado las vacunas para la inoculación de los seres humanos, pero nuevamente se agravó la pandemia por causa de esa pmendicidad.
Otra circunstancia más grave es que prefirió que quienes primero recibieran las vacunas fueran los integrantes de su ejército de activistas denominados ““Siervos de la Nación”, lo que es una muestra más de ese odio que siente por los que no comulgamos con su gobierno. “Holocausto” es un término que se utiliza para el exterminio de un grupo social por motivos de raza, religión o política. Sin lugar a dudas estamos frente a un holocausto protagonizado por el Presidente de la República. Al tiempo.
Vladimir.galeana@gmail.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.