Alguien alguna vez califico a México como un “país surrealista”, y lo que estamos viviendo desde la llegada de Andres Manuel López
Obrador a la Presidencia de la República lo corrobora. En ese afán de marcar la diferencia con sus antecesores en el ejercicio del poder ha venido cometiendo errores que al tiempo le costarán muy caros. Y no es que trate de denostar las decisiones que ha tomado, porque se denuestan solas, y hasta ahora son muchos los ejemplos que se pueden dar acerca del extraño comportamiento que ha protagonizado el inquilino de Palacio Nacional.
Cuando el Ejército Nacional realizó el operativo en Culiacán, donde se logró aprehender a Ovidio Guzman, quien heredó de su padre el control de uno de los carteles más poderosos del mundo, el Presidente de la República dio una orden terminante: que fuera liberado, y esto marcó una antes y un después en la forma de combatir el flagelo de las drogas, aunque poco le haya importado lo que pudieran pensar los encargados de los sistemas de inteligencia de la nación más poderosa del mundo.
Pero ese comportamiento inusitado fue después repetido cuando el Mandatario se aventuró a realizar un viaje de muchas horas para saludar a DoñaMaria Consuelo Loera Pérez, madre de Joaquin Guzmán Loera y abuela de Ovidio, quien gracias al Presidente de la República sigue viento en popa envenenando a mexicanos, estadounidenses, y a hombres y mujeres de diversas nacionalidades. En lo personal creo que la aprehensión de Emma Coronel ha sido una forma de enviarle un mensaje de advertencia al mandatario mexicano.
Pero pareciera que al señor Lopez Obrador le gustan las amistades delincuenciales, porque en otro de sus desplantes le dio por ordenarle a su Secretaria de Seguridad, Rosa Isela Rodriguez, una plática con el líder de la llamada Mafia Rumana, Florian Tudor, en los momentos en que algunos Fiscales Federales de Estados Unidos estructuraban un operativo en ese país contra los cómplices del rumano. Y esto pese a que también el Gobierno de Rumania y el de Malta habían hecho saber al país haber librado órdenes de aprehensión sobre el personaje al que se le atribuyen negocios criminales como el tráfico de drogas, trata de personas y falsificación de tarjetas de crédito que le reditúan cerca de dos mil cuatrocientos millones de dólares anuales, ya que cuenta con presencia en dieciocho países.
Pero lo más grave es que las agencias estadounidenses anticrimen, DEA y el FBI, han hecho reclamos al gobierno mexicano por la pasividad con la que se ha actuado contra Tudor, y lo peor es que en las investigaciones que se han realizado ha sido inmiscuido Rene Bejarano, esposo de Dolores Padierna, y quien fuera Secretario Particular de Andrés Manuel López Obrador cuando era Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Dicho de esta manera, pareciera que al Presidente de la República le gustan las amistades difíciles, pero sobre todo, que pueden derribar su han llevado y traído discurso de que el no es corrupto, aunque le encanta demostrar lo contrario.
En lo personal creo que el epíteto que tanto utiliza Andres Manuel López Obrador para referirse a sus adversarios políticos, ““La Mafia del Poder”, le queda mandado a hacer, porque hasta ahora lo único que ha demostrado es que le gustan las amistades difíciles y por consecuencia tiene mucha tolerancia hacia los delincuentes. ¿Tendrá ligas con el crimen organizado? Lo deseable es que no, pero el mismo se afana porque los mexicanos así lo visualicemos. Que extraña forma de ejercer el poder dando permisibilidad a los peores delincuentes para que sigan haciendo lo que les venga en gana en este país. Insisto, la aprehensión de Emma Coronel puede ser una clara advertencia del Gobierno Norteamericano. Joe Biden no es Donald Trump.
Al tiempo.
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