Siempre hemos dicho que la democracia es una forma de gobierno en la que los hombres y mujeres de este país ejercen el poder a través de la responsabilidad y la vocación cívica, mediante ciudadanos que son elegidos en libertad a través del sistema de votación que hemos construido
después de muchas luchas por ensanchar los derechos democráticos de los mexicanos. Hasta ahora esas libertades que consagramos en nuestro cuerpo constitucional han estado vigentes desde que se promulgo la Constitución Política de los Estados Mexicanos, y que ha sido adecuada por los representantes populares a las exigencias de los tiempos.
Hoy la nación padece los agobios de un hombre en el que confiaron la mayoría de los ciudadanos después de haber recorrido el país durante dieciocho años sin siquiera explicar de dónde salía el dinero que utilizaba para la organización de sus constantes mítines, concentraciones y reuniones de todos los días, en todos los poblados, villas y ciudades de la geografía mexicana. Y lo hizo durante mucho tiempo, y nunca rindió cuentas de los recursos que implementó para alcanzar el poder comprando la voluntad de la gente a través de promesas que nunca podrá alcanzar por la simple razón de que no hay dinero en suficiencia en las arcas públicas para satisfacer esos ofrecimientos de tantos años.
Pero en este México nuestro no salimos de una cuando ya estamos en otra como señala el refrán popular, porque todos los días el Presidente de la República preocupa a los especialistas del fenómeno político por ese empecinamiento que ha mostrado para convertirse en un dictador antes que hacer realidad su promesa de seguir siendo un demócrata como lo dijo en innumerables ocasiones en todas las latitudes del país. El rostro autoritario del señor Lopez Obrador ha comenzado a preocupar a todos los sectores productivos del país, pero sobre todo a los estudiosos del fenómeno político gubernamental que observan el escalamiento de su vocación por el totalitarismo.
Por desgracia el principal enemigo de nuestra democracia es el talante autoritario del inquilino de Palacio Nacional, y las modificaciones del cuerpo constitucional han sido la mejor muestra de su vocación porque ha sufrido innumerables violaciones con la complicidad de la mayoría del Movimiento de Regeneración Nacional y los partidos que lo apoyan en ese embate para transformar nuestra realidad actual en una dictadura populista similar a la que edificara Hugo Chávez en Venezuela, nación que hoy mantiene en la mendicidad de las dádivas gubernamentales a la mayor parte de su población.
El principal enemigo de Andrés Manuel López Obrador no son sus adversarios políticos, sino la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, esa que le permitió a un juez detener su bodrio de Reforma Eléctrica, y que ha causado preocupación por el empecinamiento por terminar con la división de poderes. Sus embates contra los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es parte de esa estrategia, porque ahora pretende enjuiciar a los jueces que concedieron la suspensión de sus decisiones ante el justo reclamo de un particular.
Hasta ahora se puede decir que Lopez Obrador ha sometido a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y pretende que su exigencia de echar abajo los amparos que fueron concedidos a Walmart y Bimbo que hicieron uso de los derechos que tienen por las afectaciones de las reformas a la Ley Eléctrica, porque al señor no le gustan las elegías renovables. Es patético que el Jefe del Estado Mexicano pretenda sancionar al juez que en uso de su independencia concedió un amparo para hacer respetar la Constitución Política de los Estados Mexicanos, insisto, esa que juro cumplir y hacer cumplir. La amenaza de enviar una iniciativa para reformarla es otro desplante que muestra ese autoritarismo del que tanto hablamos cuando tomó y quemó pozos petroleros. La República está en riesgo, y nuestra viabilidad como nación democrática, libre y soberana, también. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.
Hoy la nación padece los agobios de un hombre en el que confiaron la mayoría de los ciudadanos después de haber recorrido el país durante dieciocho años sin siquiera explicar de dónde salía el dinero que utilizaba para la organización de sus constantes mítines, concentraciones y reuniones de todos los días, en todos los poblados, villas y ciudades de la geografía mexicana. Y lo hizo durante mucho tiempo, y nunca rindió cuentas de los recursos que implementó para alcanzar el poder comprando la voluntad de la gente a través de promesas que nunca podrá alcanzar por la simple razón de que no hay dinero en suficiencia en las arcas públicas para satisfacer esos ofrecimientos de tantos años.
Pero en este México nuestro no salimos de una cuando ya estamos en otra como señala el refrán popular, porque todos los días el Presidente de la República preocupa a los especialistas del fenómeno político por ese empecinamiento que ha mostrado para convertirse en un dictador antes que hacer realidad su promesa de seguir siendo un demócrata como lo dijo en innumerables ocasiones en todas las latitudes del país. El rostro autoritario del señor Lopez Obrador ha comenzado a preocupar a todos los sectores productivos del país, pero sobre todo a los estudiosos del fenómeno político gubernamental que observan el escalamiento de su vocación por el totalitarismo.
Por desgracia el principal enemigo de nuestra democracia es el talante autoritario del inquilino de Palacio Nacional, y las modificaciones del cuerpo constitucional han sido la mejor muestra de su vocación porque ha sufrido innumerables violaciones con la complicidad de la mayoría del Movimiento de Regeneración Nacional y los partidos que lo apoyan en ese embate para transformar nuestra realidad actual en una dictadura populista similar a la que edificara Hugo Chávez en Venezuela, nación que hoy mantiene en la mendicidad de las dádivas gubernamentales a la mayor parte de su población.
El principal enemigo de Andrés Manuel López Obrador no son sus adversarios políticos, sino la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, esa que le permitió a un juez detener su bodrio de Reforma Eléctrica, y que ha causado preocupación por el empecinamiento por terminar con la división de poderes. Sus embates contra los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es parte de esa estrategia, porque ahora pretende enjuiciar a los jueces que concedieron la suspensión de sus decisiones ante el justo reclamo de un particular.
Hasta ahora se puede decir que Lopez Obrador ha sometido a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y pretende que su exigencia de echar abajo los amparos que fueron concedidos a Walmart y Bimbo que hicieron uso de los derechos que tienen por las afectaciones de las reformas a la Ley Eléctrica, porque al señor no le gustan las elegías renovables. Es patético que el Jefe del Estado Mexicano pretenda sancionar al juez que en uso de su independencia concedió un amparo para hacer respetar la Constitución Política de los Estados Mexicanos, insisto, esa que juro cumplir y hacer cumplir. La amenaza de enviar una iniciativa para reformarla es otro desplante que muestra ese autoritarismo del que tanto hablamos cuando tomó y quemó pozos petroleros. La República está en riesgo, y nuestra viabilidad como nación democrática, libre y soberana, también. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo.