Durante mucho tiempo el ser humano ha tratado de entender los orígenes de la maldad humana. Desde el surgimiento de las primeras civilizaciones han
sido las disciplinas sociales como la Filosofía, la Historia, la Teología y el Arte las que han dado sentido a las expresiones de bondad o de maldad, que hasta ahora siguen siendo los referentes principales en el ser humano. Pero también habrá que señalar que pese a los adelantos sociales, técnicos y tecnológicos, que nos han acercado considerablemente como sociedades disímbolas que han logrado establecer lazos de armonía, la maldad sigue latente y se presenta en sus distintas manifestaciones en la sociedad actual.
Con toda responsabilidad, me permito señalar que esa maldad que por desgracia existe en el ser humano como un distintivo de sus propias capacidades, ansiedades y aspiraciones, se manifiesta principalmente en el ejercicio del poder, y con esto pretendo dejar establecido que aquellos que conducen los destinos de la sociedad cuentan con un sentido muy arraigado de esa maldad a la que me he referido, a causa de esa natural aspiración de dominación que sale de lo más profundo de sus fobias y distorsiones mentales, y que por desgracia provocan diversos estadios de caos y alteración en el comportamiento social.
El bien y el mal en las sociedades actuales han sido motivo de estudios profundos para darle sentido a ese comportamiento individual y grupal que provoca graves impactos en la armonía aspiracional de los conglomerados sociales, pero sobre todo, de la orientación en la toma de decisiones desde las más altas esferas del poder cuando de armonizar beneficios y desafíos se trata. Hasta ahora el Presidente de la República se ha convertido en el mayor enemigo de los mexicanos.
Su estrategia de dividir, de estigmatizar a quienes no comulgan con sus ideas o su forma de hacer gobierno, ha generado una grave crisis social que se refleja en esa diferenciación de buenos y malos, de corruptos y conservadores, porque en la división de los mexicanos es donde ha radicado su fortaleza. Hasta ahora el saldo es bastante pernicioso porque nos ha colocado en el límite de la destrucción social y la confrontación entre los diversos sectores sociales, epitetándonos como buenos y malos, mientras su mendicidad personal aflora con aquellos que pertenecen a esa amplia gama de hombres y mujeres exitosos llamándolos “fifís” simplemente porque son exitosos.
Ojalá los mexicanos sigan por ese exitoso camino para impulsar el incremento de oportunidades para los demás, que es lo que en realidad requiere una nación como la nuestra para ayudar a salir del ostracismo a quienes por avatares del destino o los tiempos que vivimos se han quedado rezagados en el avance que ha logrado nuestra sociedad en todos los rincones de este aún maravilloso país. Los embates contra la autoridad electoral forman parte de esa pérfida estrategia para apoderarse de todos los espacios del poder público y someterlos a sus negros intereses.
Hay que decirlo con todas sus letras, si permitimos que lleve a cabo su presunta iniciativa de modificar el estatus de la autoridad electoral, los mexicanos lo lamentaremos durante el tiempo que esté al frente del país, porque no se irá al final de su sexenio a causa de sus ambiciones de establecer un poder totalitario. Andrés Manuel López Obrador siempre ha sido un peligro para México, y por desgracia le hemos permitido llegar a límites insospechados. El único baluarte para deberlo es la sociedad civil organizada, y en lo personal creo que ha llegado la hora de tomar decisiones y oponernos hasta el límite de nuestras fuerzas para mantener vigente a ese México democrático y libre que estamos perdiendo. “Patria o Muerte” fue el lema de la revolución en un país que hasta ahora sigue siendo sojuzgada, no permitamos que eso nos pase a nosotros. El tirano no puede más que nosotros. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.