Sin lugar a dudas existen muchas circunstancias que pueden explicar el comportamiento humano y sus posibles efectos en los demás. Si de algo nos
preocupamos los simples ciudadanos, son de la preparación y el criterio de los hombres y mujeres que ejercen los principales cargos públicos en el esquema gubernativo de este país, porque México no puede ni debe seguir improvisando, ya que los efectos de las decisiones erróneas son brutalmente costosos a los más pobres. Y no es que pretenda descalificar a quienes por ahora son los encargados de los cargos públicos, pero la mayoría de ellos son improvisados y sus decisiones impactan severamente en la población de todo el país.
Muchos estudiosos de la psique han tratado de desentrañar cuáles son los motivos que llevan a la ideología populista al empobrecimiento generalizado de los ciudadanos, y las ansias de poder y la extrema acumulación de riqueza que realizan durante su estancia en el esquema gubernamental. De ahí que conviene hacer un análisis del perfil totalitario de los principales líderes populistas del Continente, y en especial de Andrés Manuel López Obrador, quien hasta ahora ha seguido el libreto populista sin quitar una coma o un punto.
El estudio acerca del Síndrome de Procusto, que no es otra cosa que la intolerancia a la diferencia, señala la incapacidad de los actores principales para reconocer como válidas las ideas de los demás, así como a ser superado, y la generalizada envidia contra aquellos que vierten ideas. Y esa particularidad los puede orillar a la elusión de las responsabilidades en la toma de las decisiones, y detener las aportaciones de aquellos que pueden dejar en evidencia a los empoderados hombres y mujeres que ocupan la mayor parte de los cargos públicos.
Por lo general, el Síndrome de Procusto se presenta en personas con un elevado nivel de frustración y poca sensación de control, como en su momento le ocurrió a Andrés Manuel López Obrador, cuando recorría el país para sembrar el odio y la discordia contra quienes detentaban las riendas de las decisiones locales y nacionales. El primer síntoma que suele presentarse es la tolerancia y el intercambio de ideas, pero siempre como argumentos propios, y siempre para ser escuchados y no para escuchar. Y es que esta actitud puede llevarse a cabo de manera consciente e inconsciente.
Quienes padecen este síndrome normalmente limitan las capacidades de los demás para no poner en evidencia sus propias carencias, pero son capaces de modificar su posicionamiento inicial si con ello deslegitiman al otro. Lo peor es que suelen buscar la complicidad de los demás para minimizar a quien destaque más que ellos. Y un claro ejemplo de lo que señalo es el alejamiento de Marcelo Ebrard Casaubón ante el Presidente de la República, quien antes que contar con su experiencia prefiere confinarlo a ser un simple integrante del gabinete sin voz ni voto.
De ahí que en el ámbito laboral se intente que la persona que sobresale no lo haga, minusvalorando sus aportaciones o incluso apropiándose de ellas. Este tipo de circunstancias se presenta por desgracia en todos los niveles del quehacer público, y se puede llegar incluso a la esfera de lo personal. ¿Cuántas veces no hemos visto al Presidente de la República enmendándole la plana a sus principales colaboradores? Nadie puede tener mejores ideas que el, nadie sabe más que el, es más, ni siquiera pueden señalarle sus errores porque monta en cólera. Así las cosas con las tomas de decisiones en este alicaído país. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.