Sin lugar a dudas, el empecinamiento de Andrés Manuel López Obrador por acumular más poder es resultante del servilismo de los integrantes
del Movimiento de Regeneración Nacional y la carencia de contrapesos en el Congreso que le permitan al los mexicanos todos albergar la esperanza de que no seremos un símil de Venezuela en el corto plazo como lo ha venido intentando el Presidente de la República, quien en otra de sus mañaneras anunció que se disminuirán los requisitos en el número de ciudadanos para hacer realidad la Consulta Popular.
Lo que quiere López Obrador no es violentar la norma, sino adecuarla a sus propósitos reeleccionistas para mantenerse por tiempo indefinido en el ejercicio del poder, y desde luego que podemos estar seguros de que realizará un testamento político al más puro estilo de Hugo Chávez, para que en el caso de que él faltara la gente apoye al hombre o mujer que él señale en el documento que seguramente estará en la caja fuerte de Palacio Nacional como ocurrió en los países del Cono Sur del Continente, aunque todavía en este país la norma Constitucional está por encima de los apetitos hereditarios del Presidente de la República para uno de sus hijos.
Su anunciada Reforma del Instituto Nacional Electoral sería una regresión porque el diseño que concibe es un modelo similar a la Comisión Federal Electoral, que en los tiempos del Partido hegemónico estaba concentrada en la Secretaría de Gobernación, particularmente en Dirección General de Gobierno, que garantizaba los triunfos del otrora Partido de Estado. Una regresión de este tipo provocaría el colapso de nuestro sistema electoral que ha venido siendo operado por el Instituto Federal Electoral como órgano autónomo ciudadano que no responde a consignas de estado como lo pretende el Presidente de la República.
Lo grave es que ante la decisión ciudadana de participar en una presunta consulta para revocar el mandato del Presidente de la República, como lo han ensayado todos los tiranos del Continente Americano, el Presidente de la República pretende ahora un nuevo ejercicio para someterse ya no a la ratificación de mandato, sino a la posibilidad de reelegirse con lo que se derrumbaría el precepto Constitucional que se ha resumido en el “Sufragio Efectivo. No Reelección” que hasta ahora le ha otorgado viabilidad a nuestra democracia.
Si algo hemos comprobado los mexicanos es que Andrés Manuel López Obrador no es un demócrata como siempre se ha calificado, por el contrario, sus principales aspiraciones son el mantenimiento del poder de forma unipersonal una vez que cumpla con su periodo de seis años. Lo que le queda de su mandato lo utilizará para deshacer la estructura del Instituto Federal Electoral, y con una nueva conformación que saldrá de su nívea y pérfida cabeza, porque piensa como todos los populistas del Continente un nuevo ejercicio democrático que consistirá en una sola pregunta: ¿estás de acuerdo en que se modifique la Constitución para que exista la reelección?
Por desgracia ese es el negro futuro que nos tiene destinado a los mexicanos para seguir saciando su hambre de poder, pero ahora mediante una dictadura populista como las que han destrozado a la mayor parte de los países del hemisferio al mantener a los ciudadanos como rehenes de sus apetitos dictatoriales. Ese es el negro destino que Andrés Manuel López Obrador ha concebido para los hombres y mujeres que estaremos a merced de sus ocurrencias, aunque Estados Unidos le siga enviando advertencias. Así de simple nuestro lamentable futuro. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.