El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, está enojado, muy enojado. Y con quien está más enojado es con Claudia Sheimbaun por no
contar con la capacidad para llevar a las huestes morenistas a votar en el ejercicio de Revocación de Mandato. Las más de dos mil camionetas de pasajeros que contrataron por dos mil pesos cada una para llevar a los votantes a las casillas, se quedaron vacías, es más, la mayor parte de ellas ni siquiera se movieron de la base porque nunca llegaron los presuntos votantes.
Y quizá una de las razones por la cual la gente dejó de acudir sea ese cinismo colectivo en todos los principales miembros de la mal llamada Cuarta Transformación, y cada hombre o mujer en su propia reflexión decidieron no participar en otro de los engaños de Andrés Manuel López Obrador, simplemente por el desastre que ha ocasionado al país por su talante autoritario y decisiones voluntaristas que en nada han ayudado a los mexicanos a paliar la carencia de empleos y desde luego que la posibilidad de llevar una vida más decorosa.
López Obrador sabe y entiende que la gente ha comenzado a desencantarse, y tendrá que modificar sus procesos de comunicación con esas masas que ahora se sienten ofendidas por el incumplimiento de las promesas vertidas durante dieciocho años de campaña, y decidieron no acudir a las mesas de votación sabedores de que el ejercicio no era otra cosa más que uno más de los actos a los que estuvo acostumbrado para que la gente lo vitoreara, lo siguiera y se llenara de encono con quienes en ese momento estaban al frente del país.
Por la forma en que se desarrollaron los acontecimientos, una de las explicaciones posibles del desastre es que mexicanos han entendido que han sido utilizados como carne de cañón para satisfacer la megalomanía de quien por ahora detenta la Presidencia de la República, y quien ha sido prodigó en las promesas de alcanzar mejores satisfactorios de vida, cuando los índices señalan que hasta ahora el país carece de rumbo y la economía ha sufrido un brutal deterioro por la falta de inversión privada ante la carencia de confianza de los hombres y mujeres del dinero.
El Presidente de la República está enojado, y esta circunstancia provocará una brutal radicalización en el corto plazo para apretar tuercas entre sus principales colaboradores, y apresurar el establecimiento de un régimen autoritario, tratando de evitar que su proyecto fracase. López Obrador sabe que necesita mayor concentración de poder, y estará dispuesto a deshacer el entramado de la mayor parte de los órganos autónomos producto de la decisión de los ciudadanos, con tal de concentrar el funcionamiento de todo el Estado Mexicano e imponer un régimen autoritario a costa de que los mexicanos tengamos que entrar en una fase de empobrecimiento generalizado.
En las siguientes semanas habremos de observar la carencia de artículos de primera necesidad, y diversas iniciativas para modificar el funcionamiento de los órganos autónomos que tanto le estorban para imponer su presunta dictadura populista que tanto daño ha causado en las otrora ricas naciones del Continente Americano, donde la pobreza es ahora el principal legado del populismo comunista. Sin lugar a dudas, los mexicanos tendremos que hacer lo que nos corresponde para oponernos a este lesivo y avieso propósito del Presidente de la República. La defensa de la Patria tendrá que ser nuestro principal objetivo si no queremos perder a México. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.