Sin lugar a duda la nación vive momentos difíciles con la amenaza latente de la imposición de un autoritarismo de Estado que pretende modificar
nuestro entramado electoral en un apéndice gubernamental. Y no es que tenga muchas ganas de entablar una controversia pública para desenmascarar la verdadera finalidad de quien conduce los destinos de este atribulado país, y sus ansias locas por el establecimiento de reformas a modo para intentar perpetuar a la mal llamada Cuarta Transformación, que hasta ahora lo único que ha transformado son los apetitos de Andrés Manuel López Obrador por encontrar la forma de perpetuarse en el poder.
Los mexicanos no somos tontos, y conocemos desde hace muchos años a quien habita en Palacio Nacional sintiéndose un marajá dispuesto a todo con tal de conseguir alargar su mandato. Así de simple la intentona de cambio en la actual legislación para buscar entronizar al “"prócer” de los desposeídos en una vorágine de apoyos para mantenerse en el poder por tiempo indefinido como lo han hecho los sátrapas del Continente que sin el menor pudor han logrado sembrar sangrientas dictaduras en el hemisferio.
Para decirlo más claro, la democracia está siendo suplantada por el voluntarismo de presuntos líderes populistas cuya principal misión es mantenerse en el poder de manera indefinida, sujetando a los pueblos de America y acotando las libertades para entronizarse como los únicos salvadores ante el fracaso de la democracia como lo llaman ellos mismos. Los demócratas de antaño son ahora los tiranos del futuro, esos que a través de las mayorías parlamentarias están intentando alargar su estadía en el ejercicio del poder sin que los simples ciudadanos puedan al menos intentar detenerlos sin caer el el encierro.
Por lo pronto la mascarada ha sido puesta a disposición de la mayoría parlamentaria, y aunque nadie la haya solicitado o pedido, de manera oficiosa se ha dispuesto iniciar un viaje hacia el autoritarismo porque se le hace tarde al impoluto líder que todo lo sabe, y que desde luego pretende controlar mediante excepciones legales como lo han realizado los principales sátrapas del Cono Sur del Continente. Para decirlo más claro, la democracia les resulta lesiva a sus pretensiones de permanencia en el poder.
Por fortuna en este país todavía existen los contrapesos, y aunque se tenga la decisión de vulnerar el trabajo del Poder Judicial nuestro entramado Constitucional ha seguido vigente porque la principal fuerza del país no cuenta con la mayoría parlamentaria para imponer un régimen “Castrochavista” como ha venido ocurriendo en la mayor parte del Continente. Si los mexicanos no construimos una fuerza suficiente a través de la unión de las oposiciones, el panorama será desolador en el futuro inmediato.
No podemos cerrar los ojos, porque al menor parpadeo podríamos padecer el infierno que hasta ahora enfrentan las naciones populistas del Continente. Andrés Manuel López Obrador nunca ha sido un demócrata como lo asume y lo presume, y la ventaja que tenemos los mexicanos es esa endeble mayoría que se ha construido en la Cámara de Diputados. Y aunque esa circunstancia nos puede salvar en este momento, el peligro del establecimiento de un gobierno tiránico seguirá latente hasta que exista un cambio de estafeta en el ejercicio del poder público. Así de simple nuestra circunstancia. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.