Sin lugar a duda los doctrinarios de la Ciencia Jurídica han dejado de lado los principios fundamentales del derecho positivo, ese que Hans Kelsen señalaba
como la capacidad de ser justos que tienen los miembros del género humano, cuya carencia conduce al derecho positivo en lugar del derecho natural, es tan solo "una subjetivista ion" de un principio objetivo de justicia y no una cualidad que pueda establecerse empíricamente. El derecho positivo será aquel conjunto de normas jurídicas escritas que han llegado a serlo una vez satisfechas todas las condiciones necesarias para conformarse como leyes en acuerdo con la Constitución natural de un país.
En esa infinita capacidad de causar el mal que hasta ahora ha mostrado y demostrado quien conduce los destinos del país, quien en su infinita mendicidad se postula como el único e incomparable ser que puede interpretar correctamente las disposiciones legales y normativas de nuestro entramado legal, ha cometido un serie de barbaridades que hasta ahora lo mantienen situado en un “estado de chueco” como alguna vez tildaría la aplicación de la ley, porque siente que él es quien debe fijar lo que es bueno y lo que es malo.
Por desgracia lo que hemos venido observando y padeciendo con la mal llamada Cuarta Transformación, no es más que una lista de ocurrencias que el Presidente de la República, en su infinita ignorancia, produce todos los días porque piensa que las leyes tienen que aplicarse simplemente porque él lo dicta y decide, y no porque las instituciones encargadas de la aplicación de justicia tienen que hacer su trabajo a través de la interpretación de los hechos y el debido proceso antes de dictar una sentencia.
Para decirlo más claro, hasta ahora los tribunales de este país, y los integrantes del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se han plegado a los dictados de un personaje cuya ignorancia en materia de derecho positivo mexicano es infinita, pero sobre todo, esa mendicidad de causar daño a quienes se han negado a la aplicación de sus postulados personales y dictados surgidos de ninguna ley, sino de sus ocurrencias personales, están cometiendo una de las más aberrantes conductas de la historia patria. Vaya, ni Antonio Severino de Padua Lopez de Santa Anna tuvo tantos desvaríos para torcer la ley.
Andrés Manuel Lopez Obrador se piensa como un erudito, el que tiene que determinar lo que se hace con el país y como se hace, porque él es el único que tiene la capacidad de señalar el camino en el que debemos transitar los más de ciento veinte millones de hombres y mujeres que mantenemos al país con nuestros impuestos, y que el inquilino de palacio dilapida sin permiso alguno, y sin que alguien intente revisar la legalidad de sus constantes ocurrencias mañaneras. Para decirlo más claro, el talante autoritario del inquilino de Palacio está llevando hacia el despeñadero a este país.
Su infinita mendicidad, su enorme capacidad para causar daño, su egolatría personal, y su enorme cachaza para mentir, han sumido al país en una de las etapas más negras de nuestro devenir histórico, y su mandato se mantendrá diferenciado con un antes y un después, al igual que le ocurriera a Antonio de Padua Severino López de Santa Anna, quien vendió más de la mitad del territorio nacional. Algo similar ocurre ahora, pero con sus hijos extorsionando líderes petroleros, y él llevándose lo que puede con tal de mantener sus ansias de riqueza. ¿Que no es corrupto? Este cínico desvergonzado es el hombre más corrupto de la historia de este país, y mira que tuvimos a Santa zanja. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en diversos medios de comunicación.