Sin lugar a duda el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido uno de los capítulos más difíciles de la
historia reciente por diversas razones. La primera de ellas ha sido la diferenciación entre fifis y los no fifis, y eso quiere decir que el clasismo es parte importante de su discurso para separar a los mexicanos y etiquetar a quienes no piensan como el. En un régimen de libertades como lo establece la Norma Fundamental Hipotética, o la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, todos tenemos los mismos derechos y las mismas libertades. El problema es que al presidente de la República no le gusta la libertad de expresión, y mucho menos la de pensamiento.
Las andanadas contra el Instituto Nacional Electoral hablan de la principal tarea de la mal llamada Cuarta Transformación: apoderarse de las elecciones para regresar al esquema de los fraudes electorales, esos que tanto mencionaba el ahora inquilino de Palacio Nacional para justificar sus derrotas, y que los añora por esa persistencia de mantener en el poder a su bodrio político, intentando regenerar lo que hacía en su momento el régimen tricolor, porque de ahí aprendió las mayores “transas” para mantener en el poder su presunto movimiento.
Pero habrá que señalar que el presidente de la República no las traerá todas consigo, porque existe la simiente de una estructura partidista y ciudadana que en cualquier momento podría consolidar un frente único para salvar a este país de la Dictadura Bolivariana. Los partidos políticos siguen vigentes en ese régimen de libertades que los mexicanos hemos construido al paso del tiempo, y de muchas luchas por eso que conocemos como “Democracia” que por desgracia hoy más que nunca ha entrado en una etapa de riesgo.
Pero el miedo ha comenzado a terminar, porque tanto ciudadanos como instituciones electorales han entendido que la viabilidad de nuestra democracia se tiene que defender no tan solo en las urnas, sino en el día a día para contrarrestar las andanadas desde el púlpito mañanero que en la mayor de las ocasiones no son más que la justificación de lo que no se ha logrado alcanzar porque la ineficiencia y la ineficacia se han mezclado con el uso descarado de los caudales públicos que pertenecen a los mexicanos.
Y es importante señalar que ese despertar ha sido en el mismo conducto en el que el mismo presidente López Obrador confiaba para alcanzar su más Preciado anhelo, ese que ahora distorsiona con sus decisiones unilaterales y dictatoriales que nada tienen que ver con la democracia. La intentona golpista de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, de pretender apoderarse de la Alcaldía en Cuauhtemoc, habla de esa mística que ha sembrado el presidente de que ahora ellos son los dueños del país.
Nunca antes alguien se atrevió a tanto. Jamás se realizaron actos tan oprobiosos en el nombre de la democracia. Por fortuna los mexicanos hemos alcanzado un elevado grado de conocimientos que nos permite diferenciar entre lo bueno y lo malo. Los niños muertos en el Colegio Rébsamen nunca dejaran descansar a Claudia Sheinbaum, tampoco los muertos de la Linea 12 del Metro, y mucho menos esas muertes que se han presentado por la carencia de mantenimiento correctivo y preventivo en las instalaciones del Metro. Si Claudia Sheinbaum sigue pensando que ella puede ser presidente, lo primero que debiera realizar es pedir perdón a los mexicanos por sus oprobiosas decisiones. Así de simple. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.