Sin lugar a duda el cinismo es parte importante del carácter y la formación pública de Andres Manuel López Obrador,
y hace gala del mismo sin el menor pudor. Después de las más de ochenta mil mentiras que le han contabilizado diversas empresas dedicadas al registro de la vida pública del país, lo previsible es que siga haciendo lo que bien sabe hacer, utilizando como base de sus planteamientos y razonamientos ese mundo de fantasía al que se acostumbró durante muchos años para perfeccionar el engaño que pondría en práctica una vez que alcanzara el poder.
El ahora mandatario, se especializó durante muchos años en sus disertaciones públicas a lo largo y ancho del país, a mentir, a engañar a sus presuntos adeptos con la oferta de que cuando él llegara al poder se terminaría la corrupción, utilizando diversos conceptos discursivos como aquel que mencionaba: “Por el bien de todos, primero los pobres”, y lo ha cumplido a cabalidad, porque si de algo se ha preocupado es por los pobres, esos que durante mucho tiempo lo acompañaron en su periplo por todo el país.
Esos pobres sujetos a los que me he referido son ahora los encargados de realizar el mayor hurto de los últimos tiempos para satisfacer la megalomanía que distingue al ahora Mandatario, y cuyo significado se define como un trastorno de la personalidad, caracterizado porque la persona tiene ideas de grandeza, de manera que puede mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o amlas personas, a fin de conseguir sus objetivos. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el tres por ciento de la población presenta señales de megalomanía, lo que quiere decir que no es una enfermedad común. Y para colmo de males, lo tenemos en la Presidencia de la República.
Pero también los especialistas han señalado que presentan un carácter indeciso, voluble, acompañados con episodios de ira y agresividad cuando no les salen bien las cosas. Para decirlo más claro, son personas de difícil trato, que pueden sentir que nadie los merece, pero también creen que son los salvadores del mundo, pero también habrá que señalar que en ocasiones son personas que, a pesar de su carisma, cambian de ánimo con gran facilidad, pero lo peor es que si los contradices se convierten en entes peligrosos, ya que pueden ser agresivos y groseros.
Imagine usted el calvario de los funcionarios de alto nivel, que en esos momentos de alteración emocional que tiene el presidente de la República, soportan gritos y reclamos, y en medio de ese estado de alteración puede tomar decisiones que impacten considerablemente en la marcha del país, y lo peor en amplios sectores de la población. Y seguramente en esos momentos de arrebato e ira es que han salido los epítetos de “Fifis”. Pero también habrá que señalar que esos destellos lexicográficos obedecen a la misma idea: “quien domina el lenguaje, domina la política”
Y ni que decir de la pléyade de amigos cercanos de los hijos presidenciales que se encuentran en puestos y lugares clave, o en los proyectos millonarios que encabezan los hijos del Mandatario. Esos que cínicamente detentan una brutal riqueza en diversas cajas de seguridad en la zona de Houston, ahí donde está la afamada Casa Gris que habitaba el impoluto hijo de nombre Andy, casado con una belleza venezolana y especialista en el manejo de la riqueza como lo hizo en su patria, Venezuela. Por desgracia los mexicanos no hemos entendido que no tan solo se roban los caudales públicos, porque el fin primordial es robarse al país. Así de simple. Al tiempo.
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.