Sin lugar a duda, siempre hemos sido un país aspiracionista. Y aunque esto le moleste al presidente de la República,
en lo personal no tengo ni siquiera un gramo de estúpido como el piensa. Porque el a lo que aspira es que este pueblo siga siendo un pueblo al que pude seguir engañando, pero sobre todo, destrozando la cohesión de los mexicanos porque es del parecer de aquel adagio popular que señala “Divide y Vencerás”.
Por si no lo sabe, la mística de los mexicanos conscientes de lo que estamos viviendo en estos tiempos, es que en la siguiente elección habremos de sacudirnos su nefasta influencia, su mal llamada Cuarta Transformación que hasta ahora no tiene ni pies ni cabeza, y porque su gobierno ha sido un desastre en el que se ha presentado una grave corrupción y un brutal hurto de los caudales públicos.
Baste ver la riqueza que han logrado amasar los hijos presidenciales para dar una sola muestra de la brutal voracidad del presidente de la Republica y su prole, que hasta ahora se han convertido en potentados llevando una inmensa fortuna a los paraísos fiscales en Dubai. Para decirlo más claro, la voracidad ha sido el sello de este gobierno, además de la ineficiencia y la extensión de la pobreza que campea por todos los rincones del país.
Nunca antes un mandatario realizó un hurto tan grande en este país. Nunca antes la ineficiencia y la estulticia provocaron tantos desastres a esta aun maravillosa Nación. Nunca antes la mentira se convirtió en el credo de un gobierno que ha engañado todos los días a todos los mexicanos, nunca antes la criminalidad tuvo tantos espacios de manera infame para mantener el control de los territorios, porque las bandas de criminales han sido uno de los principales baluartes del control territorial en todas las regiones del país.
Y si, lo confieso, soy aspiracionista, porque aspiro a que ya termine la pesadilla en que se convirtió la mal llamada Cuarta Transformación. Soy aspiracionista porque quiero regresar a los tiempos en que había fuentes de trabajo y la economía funcionaba porque había trabajo, y las empresas generaban empleos. Soy aspiracionista porque nuestra economía tenía la particularidad de ser sólida y propiciaba crecimiento, empleos, y los impuestos que pagábamos se invertían en la generación de empleos.
Hoy, por desgracia, tenemos un país al borde de del colapso a causa de la estrategia de “abrazos y no balazos”, porque el crimen organizado tiene patente de corso para hacer lo que les venga en gana en todos los territorios de este aún maravilloso país. Pero como dicen por ahí, no hay mal que por bien no venga. Ojalá los conspicuos miembros del crimen organizado ayuden al Presidente a invertir para que el menos podamos disminuir la pobreza, pero sin muertos por delante. Al tiempo.
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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septién. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.