Los movimientos magisteriales disidentes han venido replicando lo que antaño era una de las estrategias más recurrentes de las izquierdas radicales: oponerse a todo lo que significara gobierno.
Por eso los arcaicos liderazgos estacionados en la rancia beligerancia comunista siguen induciendo a sus correligionarios hacia comportamientos propios de la década de los setentas del siglo pasado, cuando surgiera el Movimiento Cívico Guerrerense, simiente de los focos guerrilleros encabezados por Genaro Vázquez Rojas, Lucio cabañas y posteriormente Carmelo Cortes. Escuchar las citas discursivas del vocero de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero, Minervino Morán, en el sentido de que los diputados deben apoyar a los trabajadores, resulta aberrante, pues hasta ahora han demostrado ser uno de los sectores menos productivos.
El pueblo al que dicen defender es el mismo al que han mantenido postrado durante años por su irresponsabilidad de transmitir conocimientos desfasados que poco ayudan a enfrentar los retos de la modernidad y el avance tecnológico. Negarse a la adecuación de los procesos educativos es producto de ese criterio retrógrado en el que se estancaron, y del que no quieren salir porque la industria de las marchas, la protesta, el plantón y el cierre de carreteras, les han proporcionado poder y prebendas que han arrancado a las instituciones mediante el uso de la amenaza y la presión.
Poco les importa el futuro de las nuevas generaciones y que los educandos no alcancen mejores oportunidades de vida. Lo único que vale para ellos es seguir manteniendo como rehén a gobernantes y pobladores. El chantaje y la subversión es ahora la única razón que esgrimen para justificar su rechazo a la validación de conocimientos para demostrar que siguen siendo aptos para ayudar en la construcción de ese México al que todos aspiramos. El oscurantismo en que han mantenido a sus huestes ha degenerado en la razón de la sinrazón para hacerse escuchar. Cuando veo a un maestro agrediendo y destruyendo lo que tanto nos cuesta construir a los ciudadanos, encuentro razones suficientes para aspirar a que mis hijos acudan a recibir conocimientos en instituciones privadas. Esta caterva de imbéciles no pueden seguir siendo parte del México que pretendemos construir.
Si de lo que se trata es de destruir lo hasta ahora hemos conseguido, ese es el camino, pero tendrán que responder ante la ley por sus excesos. Me parece que ha llegado la hora de imponer la razón de la ley y del interés común a los que se escudan en la razón de la sinrazón para hacerle daño a México y a los mexicanos. Ni son maestros ni son alumnos. Son solamente una caterva de desestabilizadores. Ciento catorce millones de habitantes de este país no podemos seguir siendo rehenes de un puñado de idiotas estancados en el pasado. Los que no quieran seguir hacia el México que queremos construir, que no pretendan detenernos. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.