Sin lugar a dudas el precio que han venido cubriendo en el Partido Acción Nacional por haber alcanzado la Presidencia de la República ha recaído mayormente en la militancia de a pie, esos hombres y mujeres que siempre han sido fieles a la causa sin recibir nada a cambio, o sin siquiera aspirar a ocupar un cargo público porque su apego estaba en la doctrina humanista que les caracterizo desde su nacimiento como organización política.
El panismo surge como una forma de oponerse a las decisiones de una clase política pudiente y omnipotente, heredera de los postulados del primer movimiento social del siglo XX, y que se organizó a partir de la imitación de las falanges laboristas norteamericanas bajo el liderazgo de Luis N. Morones como el brazo operativo del caudillismo revolucionario.
El panismo siempre representó a los herederos de los que se alzaron en armas para detener la embestida contra la religión católica durante el “Callismo”, adoptando doctrina humanista cercana a los preceptos religiosos que muchos defendieron a costa de su vida. al paso del tiempo esa doctrina se transformó con la finalidad de alcanzar el poder, pero sus principales ideólogos nunca pensaron que las inconformidades acumuladas por tanto tiempo las capitalizarían los poderosos empresarios y que al ganar el ejercicio del poder perderían la esencia que los hizo partido. Para decirlo de otra forma, los panistas ganaron el poder pero perdieron sus principios porque el dinero es contrario a ellos.
Vicente Fox Quesada fue el instrumento y se convirtió en el hombre que echó de Los Pinos al partido hegemónico, pero detrás de él estuvo siempre el aparato del dinero que entendió que los medios de comunicación era la mejor arma para terminar con la permanencia de los tricolores. El pago que recibieron fue la repartición de feudos para seguir acumulando riquezas mediante los favores que se les dispensaba desde las estructuras del Estado. Las prácticas fueron las mismas que antaño, solamente que por políticos de distinto origen ideológico, es decir, que los procesos de corrupción siguieron estando presentes con la salvedad de que los protagonistas estaban obligados a beneficiarlos porque ya no pedían favores como lo hicieran antes, sino exigían el pago por haberlos llevado al poder.
Por eso el gobierno foxista resultó un desastre. Los intereses empresariales estuvieron siempre por encima de los intereses de los mexicanos. Felipe Calderón alcanzó la cúspide de su carrera y la Presidencia de la República por la inconformidad propia de los panistas desplazados, pero también encabezó un gobierno cuyo final fue desastroso. El panismo está desdibujado, corrompido, alejado de sus bases, confrontado internamente por el dinero, por los pocos espacios de poder que aún le quedan. Ni Josefina Vázquez Mota, ni Ernesto Cordero, y mucho menos Gustavo Madero, serán capaces de regresar al partido a sus principios originales porque los han contravenido en toda su carrera política. Si el panismo quiere cambiar, tendrá que hacerlo desde las bases mismas, regresando al origen y dejando de lado a quienes se pervirtieron en el poder y en la corrupción. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.