Muchos son los males que aquejan a nuestro país y que han evitado desde hace tiempo que transitemos hacia mejores estados de bienestar, pero cuatro de ellos son los que más afectan y detienen nuestro desarrollo como sociedad. El primero de ellos es la corrupción, esa peculiaridad que envuelve a quienes contravienen la legalidad con sus actos, casi siempre en busca de la acumulación indebida de riqueza, y que por la naturaleza del cargo que desempeñan cuentan con la protección necesaria para evitar el castigo.
Vivir con cargo al dinero público ha sido la mayor aspiración de quienes acuden al oficio político sabedores de que en este país las complicidades ha estado siempre ligadas a tarea gubernamental. La corrupción ha formado parte de la historia de este México nuestro, pero como dicen por ahí, para que haya un acto de corrupción de requieren al menos dos personas, de ahí que tan corruptos nuestros políticos como corruptos nuestros empresarios y aquellos que aceptan pagar por un servicio que debiera ser gratuito.
En segundo término encontramos a la impunidad, que no tan sólo practican los gobernantes al decidir a quienes benefician con las obras con tal de mantener una base clientelar que les permita permanecer por tiempo indefinido en las estructuras gubernamentales, para seguir medrando de las contraprestaciones adicionales al salario que legalmente devengan, también aquellos que tuercen el camino de la legalidad para beneficiarse o beneficiar a otros. Un claro ejemplo de impunidad es la forma en que la delincuencia opera en diversas regiones sin siquiera preocuparse de la posibilidad de enfrentarse a las policías porque están coludidos con ellos, o el descuento de impuestos a los poderosos y la exigencia a los causantes menores.
Ni qué decir de los senadores y diputados que crean comisiones que nunca sesionan simplemente para recibir el dinero que se les asigna. La práctica de asaltar las arcas públicas de forma legal es el mejor ejemplo de la impunidad. También hay empresarios que ofertan servicios que no cumplen y que cuentan con el silencio y la inacción administrativa para medrar con el dinero que cobran impunemente en tarjetas bancarias. La informalidad es el tercer jinete del apocalipsis y uno de los mayores problemas para la economía del país porque quienes la practican por razones de sobrevivencia se ven envueltos en una vorágine de elementos ilegales que enriquecen a los grandes capos de la piratería, a la vez que participan en una de las grandes cadenas de corrupción en las que se involucra el crimen organizado y las estructuras policiales federales.
Más del treinta por ciento de la población económicamente activa deja de pagar impuestos, lo que ha colapsado los servicios de seguridad social a la vez que incrementan la demanda de servicios médicos a las estructuras gubernamentales. El cuarto es la opacidad, ese mal en el que participan muchos servidores públicos a quienes el ocultamiento de datos o de conductas impropias les resulta la mejor forma para el establecimiento de complicidades con sus semejantes o con la poderosa clase empresarial. Sin lugar a dudas esos cuatro elementos son los que nos tienen al borde del colapso como nación y como sociedad. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.