Sin lugar a dudas la intención de Enrique Peña Nieto era reescribir la historia de este país para convertirla en un caso de éxito para las generaciones futuras. Me parece que cualquiera que llega a la Presidencia de la República tiene eso en mente, o al menos la intención de hacer bien las cosas para ser recordado en las páginas de la historia como uno de los mejores hombres que ha dado el suelo patrio.
No creo en las villanías que relatan los vencedores, porque la historia la escriben quienes adquieren esa peculiaridad: vencer y relatar los hechos a su conveniencia. Ésa ha sido la causa por la cual todavía guardamos ciertos atavismos que evitan que reconozcamos los méritos de los hombres y las mujeres de su tiempo que lograron alcanzar lo que muchos no pudieron o no quisieron.
Un claro ejemplo de esto que afirmo es Porfirio Díaz Mori, a quien los gobiernos posrevolucionarios se encargaron de crearle una villanía que lo epíteto como uno de los más grandes represores de la historia. Habrá que decir que el bandolerismo producto de tantas batallas vividas en este país a causa de la lucha por el poder, se aposentó en todo el territorio, y fue precisamente Porfirio Díaz quien logro erradicarlo, quizá con procedimientos nada acordes a los derechos humanos, pero así era la barbarie desde la justicia: ajusticiar fusilando o colgando.
El otro lado de la historia nos habla de un Porfirio Díaz Mori que supo engrandecer al país durante su mandato, ya que lo insertó entre las principales naciones del mundo. Las artes y la literatura encontraron durante su gobierno el mayor florecimiento hasta ahora registrado, y no fue una corriente que privilegiara logros gubernamentales como se acostumbró con el muralismo tradicional de Rivera, Siqueiros y Orozco para exaltar los alcances revolucionarios, sino el desarrollo de la expresión artística sin ataduras ni fronteras. Muchos de los edificios que ahora apreciamos por su belleza son porfirianos: Correos, Bellas Artes, Banco de México, Hemiciclo a Juárez, Monumento a la Revolución, que era el capitolio de lo que sería el Congreso, 19 mil kilómetros de los 26 mil de vías férreas, por mencionar algo. Cuando se exilió, fue venerado como un héroe por los grandes gobernantes del mundo y reconocido por sus adversarios en la etapa de la Intervención Francesa.
La historia es injusta en la mayor parte de las veces porque la escriben los vencedores. En México tenemos la deleznable costumbre de villanizar a los gobernantes. Hasta ahora pocos han salido indemnes del juicio de quienes escriben la historia, y no creo que a Enrique Peña Nieto le vaya distinto. Hoy debió dar su Primer Informe de Gobierno a la nación con muy pocos logros por la circunstancia que se vive en el mundo y los que vivimos en la Capital de la República donde los grupos opositores al cambio hacen todos los días de las suyas, y donde el presunto heredero de las lides petroleras llama a la rebelión por la supuesta venta del patrimonio nacional. Las mentiras son las que por desgracia construyen las mayores historias en este país, y una nación que tiene tantas mentiras en su historia seguirá igual hasta en tanto no desmitifiquemos nuestro pasado para comenzar a construir un futuro cierto y verdadero. Al tiempo.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.