No acudir a la sede de la Organización de las Naciones Unidas para comparecer ante la Asamblea General y presentar la Alianza del Pacífico junto con los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de Perú, Ollanta Humala, le debe haber pesado mucho al Presidente Enrique Peña Nieto, pero si algo tenemos que reconocerle es su decisión de colocarse al frente de los trabajos de ayuda solidaria a los damnificados por el paso de Ingrid y Manuel, que han dejado devastados a varios estados del país.
Peña Nieto se trasladó a Guerrero, el más afectado por los meteoros, para encabezar el apoyo a los moradores del suriano estado que tuvieron que ser atendidos en albergues y a los que se les proporcionaron implementos para su higiene personal y alimento.
El Presidente de la República tuvo la sensibilidad de entender el momento que estaba viviendo su gobierno con la prueba más severa que le ha impuesto la naturaleza a este pueblo en los últimos diez años, y decidió encararlo como lo haría un estadista, colocándose al frente de las acciones gubernamentales para rescatar a los damnificados de la furia de la naturaleza, y dirigiendo las actividades de sus subalternos. Me parece que ha sido la prueba más dura que ha tenido como gobernante y pareciera que la enfrentó con el aplomo que da la experiencia, pero sobre todo, con la convicción de que es más importante estar junto a los suyos en los momentos de agobio, que buscar reflectores en los organismos internacionales.
El señor Peña Nieto dio una muestra de cercanía con aquellos que afrontaron la tragedia de perder a sus familiares, o de perder su precario patrimonio frente a los avatares de la naturaleza. Caminar entre el lodo para constatar la desgracia de sus gobernados le debió haber dolido como le tendría que doler a cualquier ser humano que observa el sufrimiento de sus semejantes, pero más el no disponer en el momento de los recursos necesarios para paliar el agobio u otorgar el consuelo a quienes perdieron a sus seres queridos. También le habrá causado un brutal enojo el hecho de que algunos liderazgos se apropiaran de los apoyos para direccionarlos hacia los grupos sociales que les otorgan réditos políticos, y otros venales funcionarios que los guardaron para engrosar su peculio.
Enrique Peña Nieto se bajó al nivel de los damnificados y observó el dolor y la desolación que iguala a quienes militan en partidos distintos pero que sufren lo mismo, y decidió que los reflectores internacionales pueden esperar porque lo más importante es trabajar como lo que es, el Primer Mandatario de un país que en la desgracia se hermana, y en el agobio se solidariza. Peña Nieto “se puso el overol” como se dice en el caló mexicano, y puso la muestra a las oposiciones que en ningún momento acudieron a decirle a esos mexicanos que estaban con ellos. Peña Nieto hizo equipo con esos adversarios políticos que también entendieron que México es un solo país en el que todos cabemos y que todos tienen que poner de su parte para que nos ayudemos los unos a los otros. Para decirlo de otra forma: predicó con el ejemplo. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.