Sin pretender ser catastrofista, en la mayor parte del territorio nacional, hasta ahora, campea la impunidad porque quienes tienen la obligación de aplicar la ley dejan hacer y dejan pasar por conveniencia o corrupción. Tradicionalmente esa ley a que me he referido exige o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de la sociedad o del interés general.
Bajo un régimen constitucional como el nuestro, la ley es una disposición aprobada por el Poder Legislativo, publicada para su instrumentación por el Ejecutivo y sancionada por el Poder Judicial que es quien finalmente la aplica. Por su origen las leyes limitan el libre albedrío de los seres humanos en esa convivencia en sociedad. Funcionan como un control externo al cual se somete la conducta para asegurar el cumplimiento de las normas, que adquieren la peculiaridad de ser coactivas para garantizar la armonía y la convivencia social.
El ser humano se ha dado las leyes como una forma de garantizar su libertad frente a la libertad de los demás, delimitando competencias y espacios que a la vez hacen viable y perfectible la convivencia con los de su especie. Pero también hay que decir que estamos viviendo una de las etapas más difíciles a cusa de la lucha de aquellos que siendo minoría pretenden colocarse por encima de los demás imponiendo las razones de la sinrazón. Al grito de la protesta y al amparo de las multitudes hemos tenido que soportar los desplantes de esa turba que se dicen maestros y que solamente son profesores de la desestabilización y de la rapiña.
Burlarse de aquellos a quienes afectan es una muestra de su miserable condición humana y de la mendicidad de quienes los guían y manipulan. La ley no existe para ellos porque hasta ahora nadie ha sido capaz de someterlos o al menos de sancionarlos. Por eso se sienten fuertes, por la debilidad de aquellos que tienen la encomienda de gobernar y que terminan sometiéndose a sus designios confundiendo la prudencia con la impunidad. Los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, militantes del Partido de la Revolución Democrática, lo que explica la impunidad con la que se conducen en la Ciudad de México, siguen haciendo de las suyas y cometiendo delitos sin que el Gobierno de la Ciudad de México les haya puesto freno.
Lo extraño es que aquel que fue el principal encargado de la aplicación de la ley, lo que le permitió llegar a donde despacha ahora, en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, es quien menos interés tiene por salvar a los ciudadanos que le entregaron su voto, del desprecio, la inquina y el odio de los mal llamados maestros. Tampoco el Gobierno de la República ha podido someterlos pese a que tiene la obligación de aplicar la ley y despedirlos por el abandono de su trabajo. Eso que todavía llamamos ley es la principal causa del encono social por la ineficiencia de los encargados de aplicarla. Al tiempo.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.