LA CRISIS DE LAS OPOSICIONES

sinpunto

Un sistema de partidos que se precie de su fortaleza es aquel cuyas expresiones políticas se han consolidado al través del tiempo y mantienen su oferta de acuerdo a las circunstancias y al perfil de sus electores. Por eso los regímenes del norte de Europa se han distinguido por la madurez de sus dirigencias, la experiencia de sus cuadros y la educación cívica de los votantes. Para desgracia México no está ni siquiera cercano a esos parámetros, porque aun cuando nuestro sistema de partidos se ha ido perfeccionando al paso del tiempo, los electores no han adquirido la mayoría de edad puesto que siguen siendo rehenes de prácticas clientelares y populistas, lo que habla de su escasa formación e información.

Para decirlo de otra manera, el regreso del Partido Revolucionario Institucional al ejercicio del poder público no se hubiera dado de la misma forma si tuviéramos electores con una mayor capacidad y conocimiento político. Independientemente de los méritos del Presidente Enrique Peña Nieto, que a decir verdad siempre tuvo muy clara la meta, el camino se le facilitó por la crisis temprana que enfrentaron sus principales adversarios. El panismo hecho gobierno nunca pudo salir de las prácticas de la improvisación porque Vicente Fox Quesada tuvo que cubrir las cuotas impuestas por los grupos empresariales que lo llevaron al triunfo en el 2000. Al final de su mandato no tuvo la fortaleza para imponer al sucesor de la misma forma en que lo señalaba el costumbrismo del sistema de partido único.

La llegada de Felipe Calderón fue un verdadero desastre por la decisión temprana de involucrar al país en un pleito con las bandas del crimen organizado en Michoacán, ocasionando un baño de sangre que terminó por evidenciar la falta de preparación de las estructuras del Estado. La historia tuvo como desenlace el desfonde del panismo y su pronta salida de la conducción del país. Perdieron la oportunidad de hacer lo que durante tantos años prometieron: edificar un país más justo y más humano. Las ambiciones estuvieron por encima de los principios, y el rechazo de la gente por arriba de sus intenciones de encabezar un tercer gobierno.

Por lo que corresponde al perredismo, si bien es cierto que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano sigue siendo el líder moral y un símbolo para todas las izquierdas, también lo es que los intereses se han colocado por encima de la doctrina y el enriquecimiento de sus principales liderazgos resulto superior a los principios con que han nutrido el discurso desde su llegada al Gobierno del Distrito Federal, donde han refinado las prácticas del clientelismo que tanto criticaron de los priístas. Para colmo de males las izquierdas nunca pudieron conjuntarse y transitar hacia la misma meta, por el mismo camino y con la misma intensidad. Insisto, los que antaño se distinguieron por ser los proletarios de la palabra, ahora son los ricos de la contradicción ideológica. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.