Muchas veces he abordado en mis colaboraciones periodísticas la necesidad urgente de que los mexicanos comencemos a concientizarnos de incrementar los niveles de ciudadanía como una forma de detener la irresponsabilidad y los excesos de los funcionarios públicos, que más que otorgarnos satisfacciones se han convertido en un verdadero dolor de cabeza a causa de sus
conductas impropias. Ese es el verdadero problema de México, que no tiene una ciudadanía que exija a sus gobernantes resultados a cambio de los jugosos sueldos que se les pagan y los gastos que se les cubren. Nuestra clase política y gobernante es de las más corruptas y cínicas toda vez que alcanzan cifras de escándalo en las mediciones que entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo realizan para conocer la eficiencia y las deficiencias de los gobiernos del orbe.
Para entender el porqué de la referencia a nuestra ineficiencia y corrupción, a pesar de obtener la mitad de los ingresos que reciben al año las personas asociadas a esta organización internacional, trabajar el doble de horas y tener menores expectativas de empleo y de vida, resulta difícil de entender porqué los mexicanos manifiestan estar más satisfechos, tener sentimientos de paz, de gozo y sentirse orgullosos de sus logros. Para decirlo de otra manera, a los mexicanos poco les importa tener políticos corruptos y ladrones, y lo que menos les provoca preocupación es hacer algo por remediarlo. Bien dicen por ahí que los pueblos tienen los gobiernos que merecen, y quizá esa sea la explicación del cinismo con que se conducen nuestros políticos en la mayor parte de las esferas gubernamentales.
La corrupción y el cinismo están por todas partes, lo mismo en los diezmos que exigen los gobernantes perredistas a quienes trabajan en las Delegaciones Políticas del Distrito Federal, que los robos que hacen aquellos que encabezan las administraciones en todas las latitudes del país sean panistas, perredistas o tricolores. Pero como siempre he señalado, para que exista un acto de corrupción se requieren al menos dos participantes, y muchos de ellos son empresarios. En la mayor parte de las componendas en que se ven involucrados los políticos de alto nivel del Gobierno Federal, estatal o municipal, siempre hay un poderoso empresario, esos que explotan muchas de las concesiones propiedad del Estado, pagando salarios de miseria a los verdaderos dueños, que somos todos los mexicanos.
Los mexicanos se sienten satisfechos con lo que tienen y eso es malo, porque el conformismo es lo que nos ha mantenido en esta lamentable circunstancia. Si no somos capaces de exigir nuestros derechos, de castigar cada tres años a quienes no cumplan lo que prometen en sus campañas, de encarcelar a quienes dispongan de las rentas públicas en su beneficio, de privar de sus bienes a quienes corrompan a cualquier funcionario con dinero obtenido por una concesión gubernamental, quiere decir que nuestra educación cívica no ha servido de nada y que el desarrollo político no ha sido más que un engaño de quienes dicen conducirnos. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.