En cualquier parte del mundo los empresarios son considerados parte fundamental de los procesos económicos. Pero también hay que señalar que mucho se habla de la poca capacidad de los empresarios para generar empatía con la gente porque en la mayor parte sus acciones van encaminadas a satisfacer sus egos personales. En México, los empresarios han
estado asociados siempre a las estructuras del poder, y muchos de ellos han acumulado riqueza a partir de la explotación de concesiones otorgadas por el Estado. Los modernos "encomenderos" llegan a pensar que pueden usufructuar sus concesiones imponiendo condiciones a los mercados porque no existe una reglamentación clara que proteja a la población de sus excesos mercantiles.
Sin el concurso de los empresarios no existiría la libre empresa ni la generación de empleos, pero hay ejemplares que debieran estar tras las rejas por su proclividad a mantenerse en esa delgada línea existente entre lo legal y lo ilegal. Un caso que adquiere relevancia en estos días es el de la contaminación provocada por el derrame de cuarenta mil metros cúbicos de lixiviados de sulfato de cobre acidulado a los ríos Bacanuchi y Sonora por la Minera Buenavista del Cobre, subsidiaria del Grupo México. De inmediato los responsables decidieron encaminar sus baterías hacia el adiós Tláloc asegurando que fueron las lluvias las que provocaron el desaste que para los pobladores se ha venido convirtiendo en tragedia.
El caso es que las instalaciones con las que se manejan este tipo de materiales tóxicos no son las adecuadas y que todo ha sido producto, no de un error humano, sino de la falta de condiciones de operabilidad de la empresa. No es la primera vez que el señor Germán Larrea se ve inmiscuido en un problema de este tipo, y baste señalar que Grupo México fue el responsable directo de las malas condiciones en que operaban los mineros de Pasta de Conchos, Coahuila, cuando el 19 de febrero de 2006 murieron 65 mineros que trabajaban sin los implementos de seguridad que señalan las normas internacionales.
Para desgracia de este país y los pobres que tenemos en la mayor parte del territorio, empresarios como el señor Larrea son responsables de muchos accidentes que en algunas ocasiones provocan muertes de los empleados por la ligereza con la que asumen su condición de empresarios. Lo de Sonora no es cosa menor, y de no haber sido porque fueron cerradas las compuertas por los propios pobladores, estaríamos hablando de una tragedia mayor ya que toda la zona se hubiera quedado sin agua. De por sí el vital líquido escasea y ha sido motivo de diferendos entre las tribus originarias y los gobernantes. Una multa es el peor de los ridículos, una denuncia penal hubiera sido lo justo. Por dónde se le quiera ver, existe la comisión de varios delitos. ¿Impunidad para los poderosos? Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.