Uno de los grandes ideales de este país ha sido la educación. La forma en que fue concebida por aquellos que diseñaron nuestro sistema de enseñanza y que hemos glorificado al paso de los años se espantarían de lo que ahora ocurre. Gabino Barreda y Justo Sierra volverían a morir en el caso de que pudieran observar lo que hacen algunos de esos que
presuntamente cumplen el apostolado educativo. La mística del maestro se ha quedado en el rincón de los olvidos y la entrega para hacer que nuestros hijos sean preparados y que enfrenten con mayor dignidad el incierto futuro de la globalidad, ha sido postergada cada día por quienes siguen pensando que ser maestro es volverse dueños de los recursos destinados a la educación.
Cada día que pasa preocupa más la inactividad de las estructuras gubernativas para imponer el orden en los estados con mayor atraso en el país, y por consecuencia, la condena de mantener a los futuros mexicanos en la pobreza y la ignorancia. En lo personal, no sé dónde se nos quedó aquella cualidad de entrega y sacrificio que tenían los profesores que me dieron clases en la primaria. Esos hombres y mujeres que terminaban sus periodos de enseñanza y sacrificaban parte de su lapso vacacional para subir a la agreste serranía de la Costa Grande del Estado de Guerrero a enseñar a los hombres y mujeres del campo a leer y escribir. Nunca pidieron un salario extra ni se les pagaba por ello, y en algunas ocasiones los propios alumnos los acompañábamos porque nuestros padres así lo permitían. Yo subí tres veces a la sierra, y estuve en cada vez una semana apoyando a mis maestros a enseñar a seres curtidos por el sol y el sacrificio del trabajo agotador diario para alcanzar una digna sobrevivencia.
Emilio Chuayffet Chemor fue mi maestro de Derecho Romano en la Facultad de Leyes de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es un hombre que conoce profundamente el sistema educativo mexicano, y creo que tiene la mejor de las intenciones para hacer realidad esa educación de calidad que ofreciera el presidente Enrique Peña Nieto durante su campaña. "La educación en México es una meta constitucional explícita", señaló el titular de Educación Pública al inaugurar la XXIV Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación la semana pasada.
Para decirlo de otra forma, el compromiso de elevar el nivel de la calidad de la enseñanza en este país no ha concluido, y no concluirá por más que los sátrapas que se asumen como líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación intenten derribar los cimientos educativos que hemos construido durante muchos años. Esos delincuentes merecen ser tratados como tales y recibir el castigo a que se han hecho merecedores por la serie de delitos que cada día cometen en los estados que mantienen como rehenes a los niños mexicanos. Es inconcebible que los propios gobernadores tengan tal debilidad que prefieren someterse a sus dictados con tal de no aplicar la ley a ultranza. México no puede seguir por ese camino, y los educandos tampoco. Quien tenga que pagar con la cárcel por los delitos cometidos, tendrá que hacerlo, y también aquellos que por su omisión se han convertido en cómplices de los desestabilizadores educativos. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.