México tiene muchos problemas sin resolución. La mayor parte de ellos forma parte de la historia reciente, y en algunas ocasiones de la no tan reciente. Y no es que los problemas se nos vayan acumulando como se acumulan los libros en una biblioteca, o los planes de desarrollo sexenales de los cuales tenemos ya un considerable colección. Quizá nos haya faltado hacer un ejercicio que por elemental decidimos apartarlo y se nos quedó perdido en el tiempo, y que no es otra cosa que aceptar que tenemos problemas como primer paso para buscar su resolución. Por ahí debiéramos haber comenzado y quizá lleváramos un buen trecho recorrido en la búsqueda de esos satisfactores que también se nos convirtieron en problema porque nunca los alcanzamos.
Dos de los grandes apartados de nuestro sistema político son la enorme deficiencia que hemos acumulado durante años y la brutal corrupción que pareciera haber llegado para quedarse. Ninguna de estas figuras debiera formar parte de eso que denominamos "política", y que es practicada habitualmente por los hombres y las mujeres que tienen a su cargo los destinos del país. Pero nuestra lacerante realidad indica que siguen ahí, en el ámbito de lo público y lo privado. Ineficiencia es una de las partes más distintivas de eso que denominamos "burocracia", y la corrupción se adecua más a la circunstancia en que se desarrollan las cadenas de mandos medios y superiores. No es fácil hablar de estas figuras que engloban a casi todos los problemas que existen en el país, y mucho menos discernir acerca de la circunstancia y característica de cada cual. No es fácil hablar de ello porque poco se puede señalar de sus peculiaridades, aunque son problemas que enfrentamos todos los días.
Las estructuras administrativas en los tres órdenes de gobierno presentan deficiencias que las convierte en dependencias disfuncionales o definitivamente carentes de operatividad. El problema es que la burocracia en este país se ha nutrido por una cadena de favores que se reflejan en la baja productividad producto del desconocimiento, impreparación o improvisación, y lo mismo ocurre en las cadenas de mandos medios y superiores. La carencia de perfiles profesionales adecuados al desempeño institucional es parte de esa deficiencia a la que me he referido, y por consecuencia la que mayormente incide en los magros resultados que se obtienen en las dependencias públicas.
Lo que ha venido a paliar la gravedad de esta disfuncionalidad burocrática es el utilizamiento de las ventajas que otorga la red del Internet. Parece mentira, pero los gobiernos en línea tienen mayor transparencia que aquellos que se resisten al escrutinio a causa de esos intereses bastardos que todavía se mantienen en las estructuras burocráticas de los tres órdenes de gobierno. La deficiencia es parte de esa impreparación de quienes manejan las estructuras gubernativas, y la disposición de los caudales públicos para beneficio personal, o corrupción como la llamamos, completan dos de los más graves problemas que provocan nuestros gobernantes. Insisto hay que criminalizar la corrupción. Cuando caigan a la cárcel los primeros corruptos, llámense como se llamen, este país cambiara. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.