Asumo el riesgo de incurrir en el error, pero escribo estas líneas convencido de que la señora y candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, es ya o está prácticamente en vías de ser declarada virtual presidenta electa de Estados Unidos.
Hago este pronóstico no sólo sustentado en cierta racionalidad posible y deseable, sino también en la esperanza de que el mundo se haga un sitio todavía habitable para la gran mayoría de los seres humanos, que debieran estar a salvo de un hombre tan ramplón como el –confío- derrotado Donald Trump.
Además, creo que esta vez resulta deseable más que nunca que las encuestas no hayan errado y en su lugar, hayan acertado en sus previsiones y estimaciones, según las cuales la señora Clinton resultaba hasta anoche la menos mala de ambos candidatos favoritos. El mal menor, en pocas palabras.
La señora Clinton, ciertamente habrá roto el cielo. Es casi seguro que a estas horas esté festejando, como buena parte del mundo, un triunfo presidencial femenino, el primero en la historia de Estados Unidos. Habrá quien seguramente en México pretenda colgarse indebidamente del triunfo de la señora Clinton, de hecho ya hay. Creerá esa mujer en México que basta su género para catapultar sus ambiciones. Impresentable, innombrable. Nada que ver, otra vez para decirlo en pocas palabras, éstas por demás absolutamente coloquiales. La ambición, torpe, inmerecida y cínica, resulta totalmente grosera e insultante.
Pero Trump se desinfló y eso por sí sólo es un motivo de contento. Su éxito mediático fue insuficiente. Qué bueno. Y aún hay quienes en México y Estados Unidos se preguntan cómo es que un hombre como el magnate del ladrillo pudiera ubicarse en la antesala de la Casa Blanca.
Parte de la explicación es que Trump encarna sin duda a un segmento importante de la población estadunidense. El anglosajón promedio es comparable a Trump, un empresario convencido de su causa racista, excluyente, xenófobo, idólatra de los antivalores aún arraigados en parte de la sociedad estadunidense.
Tampoco nos equivoquemos con los latinos. No todos, por serlo, están o estuvieron con la señora Clinton. Muchos de ellos también adoran y comulgan con las ideas y propuestas de Trump. Es más, muchos latinos o hispanos son todavía mucho más conservadores e idólatras que el propio Trump. Mucho qué decir.
Tras el temor y pasado el susto de Trump, viene la recomposición dentro y fuera de Estados Unidos. Hay muchos platos rotos. Trump los quebró. Mesura en México es lo más recomendable. Hay que reagrupar a caballos y jinetes porque mucho hay por hacer el año próximo, prácticamente el último real del presidente Enrique Peña. Después más administración.
Es de esperar anuncios importantes del presidente Peña ante el nuevo escenario estadunidense. No lo perdamos de vista, pero no comamos ansias. La era Clinton, en su versión femenina, apenas comienza.
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