Vulnerabilidad

SINGLADURA

El problema de México  no es  Donald Trump, -hay que aclararlo-  sino la extrema vulnerabilidad en la que colocaron al país nuestros gobernantes en las últimas décadas. El problema es que nosotros lo permitimos sin prácticamente chistar. Este es el drama real del país. Trump sólo ha aprovechado y exacerbado  magníficamente

bien esta vulnerabilidad de México, un país que por accidente geográfico se encuentra en la vecindad inmediata del territorio estadunidense.

Esto también lo sabe Peña Nieto, cuyas políticas en los últimos cuatro años han acentuado la vulnerabilidad de México y a quien ahora, paradójicamente, le toca enfrentar la vulnerabilidad nacional que él mismo acentuó al, por ejemplo, abrir el mercado energético a empresas  extranjeras y, más aún, al impulsar una reforma que pone a remate del mejor postor  el aún valioso recurso petrolero mexicano.

Peña Nieto también acentuó la vulnerabilidad mexicana  con una devaluación monetaria que ya rebasa el 70 por ciento y que podría incluso alcanzar el ciento por ciento en cualquier mal momento de los días, semanas o meses por venir.

La vulnerabilidad mexicana también está asociada a la alta dependencia económica, comercial y financiera, entre otras, de los Estados Unidos. Hace tiempo que los gobiernos mexicanos decidieron recostarse en Estados Unidos y convertir al país en “socio estratégico”. Nunca midieron las consecuencias y tampoco les importaron. Al contrario, se ufanaron de esa sociedad, más bien dependencia. Trump tampoco es culpable de esto, que decidieron las élites mexicanas, que pusieron todos los huevos en la canasta estadunidense. Hoy Trump pretende levantar la canasta y ese es el drama de México.

Pero se pretende echar la toda culpa de la vulnerabilidad mexicana al maloso señor Trump, ciertamente un matarife de la política estadunidense. Pero insisto, Trump  no es el culpable de que México  desde hace décadas destierre a sus propios hijos, en un número que en sus momentos pico ha llegado a los 500 mil por año.

Ese éxodo obligado y permanente no es culpa del señor Trump. El pecado, abuso o como se quiera llamar de éste es que aprovecha esa vulnerabilidad mexicana para palanquearse olímpicamente sobre nuestro país.

Trump tampoco es responsable de la mediocridad de los gobernantes mexicanos a lo largo de muchos años, que jamás se han preocupado por trazar un plan, una estrategia para hacer viable al país. Bueno, los políticos mexicanos de hace décadas ni siquiera previeron la conveniencia  de desarrollar una industria petrolera sólida. Al contrario, dispusieron de los recursos del petróleo cuando fueron copiosos para repartirlos entre ellos y sus contlapaches. Trump no tiene responsabilidad alguna en las prácticas corruptas que hicieron de Pemex un elefante fracasado que dio mucho a pseudolíderes amparados por la Nomenklatura como Carlos Romero Deschamps, que hoy tiene el desparpajo de llamarse senador de la República. Esto último con la anuencia total de su partido y los líderes de éste.

De nada de esto es responsable Trump. Tampoco lo es de que México siga siendo un país de desarrollo económico relativo cuando hace años pudo transformarse en un país aceptablemente desarrollado. Pero eso tampoco importó a sus élites, tan amantes de la riqueza nacional, que no del país.

De lo que sí es responsable Trump es de explotar al límite la vulnerabilidad de México, que en buena parte tiene raíces domésticas.

Qué Trump puede y quiere hacernos daño no hay duda alguna. De eso será responsable, pero la raíz del mal está dentro de México y se llama clase política.

Peña sabe y si no debe intuir que Trump le dará dos o tres palmaditas en la espalda antes de agradecer  la visita e invitarlo a salir de la Casa Blanca. Veremos.

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